viernes, 4 de diciembre de 2020

Sobre el Reino de Dios y la Parusía.

 

SOBRE EL REINO DE DIOS Y LA PARUSIA



Siendo un hecho que el Verbo al encarnarse se hizo Hombre en esta tierra, es Rey como hombre y su reino es en esta tierra, y de ahí se irradia a todo el universo.

Y aunque diga que su reino no es de aquí, lo que en realidad dice es que su reino no es por ahora, por el momento, de aquí, puesto que en el siglo presente no reina de hecho, ya que desde el pecado de Adán, Satanás se enseñoreó y se consolidó como príncipe de este mundo, puesto que Nuestro Señor mismo habla de Satanás como príncipe de este mundo en San Juan 14, 30.

Esta verdad de que el Reino de Cristo es en esta tierra, se volatilizó relegándola a los cielos en la vida eterna y es una grave mutilación, pues si es Rey por el hecho de ser hombre en esta tierra, su reino también es de aquí; un rey sin reino, no es rey.

Y no hay que olvidar que incluso en la Cruz, quedó consignado que era rey de los judíos, Iesus Nazarenus Rex Iudeorum, entonces queda más que claro que es en esta tierra, y no en el cielo donde no hay ya ni judíos ni griegos, ni árabes, etc.

En el evangelio del Domingo I de Adviento, tomado de San Lucas 21, 31, dice: “Así también, cuando veáis que esto acontece, el Reino de Dios está próximo” y acaba de hablar de su Parusía en los versículos anteriores, pues cuatro versículos antes dice: “Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y gran gloria”, y además nos dice de levantarnos: “Cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención está cerca”. (Lc. 21, 27-28).

No queda ninguna duda que el reino de Dios que está próximo, es el reino de Cristo Rey en el día de su Parusía, aquí en la tierra y no en el cielo, pues baja del cielo a la tierra.

El evangelio del Domingo XXIV y último después de Pentecostés (Mt. 24, 15-35), y que está tomado del discurso esjatológico que es considerado como el Apocalipsis sucinto, y después de hablar de la Abominación de la Desolación, de la Gran Tribulación, de los Falsos Cristos y Falsos Profetas, dice lo mismo sobre la Parusía en el versículo 27: “Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre”, y en el versículo 30: “Y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria grande”. 

Y aunque no está en este Evangelio del Domingo XXIV y último después de Pentecostés, pero que es parte del mismo discurso esjatológico, vemos que dice en el versículo 14, que es el inmediatamente anterior, que la Parusía es la buena nueva del Reino, o el evangelio del Reino, porque evangelio quiere decir Buena Nueva; dicho versículo dice: “Y esta buena nueva del Reino, será proclamada en el mundo entero, en testimonio de todos los pueblos”. 

Entonces queda más que claro y probado y demostrado, que la buena nueva del Reino, que el Reino de Dios está próximo y que la Parusía, son lo mismo; y ese es el Reino de Dios que pedimos en el Padre Nuestro.

Ahora, que los hombres de Iglesia no se hayan percatado de esto ni lo hayan enseñado, porque no lo han visto, por una óptica miope, ese es otro problema, pero que es dogma de fe, ningún católico lo puede negar, pues está en los evangelios expresamente; y este olvido y falta de óptica, ha sido la gran treta de Satanás, y por la negligencia de los hombres de Iglesia ante una verdad tan paladina, es lo único que explica esta gran apostasía. Así como el pueblo elegido, con las Escrituras en la mano, no reconoció al Mesías, así, lo hombres de Iglesia, con las Escrituras en la mano, no han sabido reconocer hasta nuestros días, la buena nueva del Reino, que es la Parusía; y como bien dice el P. Castellani, los judíos se equivocaron esperando al Mesías de la segunda venida y por eso desconocieron al de la primera y que los cristianos al revés, se quedan con la primera, olvidando, relegando la segunda, pero es más exacto, me parece, decir que no vieron el Reino de Dios, que era la Parusía, que se realizaría plenamente con la Parusía en esta tierra. Y eso es lo que lleva al olvido, y aun hasta el mismo rechazo de que el Reino de Cristo es en esta tierra, y para que después que tenga todo reunido bajo sus pies, entregar su Reino al Padre.

Monseñor Straubinger en su nota 32 al capítulo 21 de San Lucas, dice: “El Discurso Escatológico no tiene sino un solo tema central: el Reino de Dios, o sea, la Parusía en sus relaciones con el Reino de Dios”. Y en la misma nota, más adelante, muestra que la Parusía es el triunfo pleno (no el que muchos esperan sin ella) del Reino: “la intención primaria de la pregunta era la Parusía soñada, por lo cual que el tiempo se refiere directamente a la Parusía es por demás manifiesto y en la parábola de la higuera se nos dice que cuando comience a cumplirse todo lo anterior a la Parusía veamos en ello un signo infalible de la cercanía del Triunfo definitivo del Reino”.

Todos aquellos que esperan un triunfo preparusíaco, es decir, antes de la Parusía, se equivocan olímpicamente, pues como observa bien Mons, Straubinger, no se ha prometido a la Iglesia el triunfo en esta tierra, sino todo lo contrario, en la nota 12 al capítulo XXIV de San Mateo: “Nótese que Jesús, fundador de la Iglesia, no anuncia aquí su triunfo temporal entre las naciones, sino todo lo contrario”.

Por eso se dice en San Lucas 18,8: “Pero el Hijo del Hombre cuando vuelva, ¿Hallará por ventura la fe sobre la tierra? Y Mons, Straubinger dice en su nota 8 a este pasaje: “Obliga a una detenida meditación este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran misterio que San Pablo llama de iniquidad y de apostasía”.

Hay que tener en cuenta que en la última cena Nuestro Señor Jesucristo vuelve a recordar su reino terrestre, y no en el cielo de la vida eterna (terrícola, para los marcianos, jupiterianos, venusianos y toda clase de extraterrestres) cuando dice refiriéndose a la pascua: “Porque os digo que Yo no la volveré a comer hasta que ella tenga su plena realización en el Reino de Dios”. (Lc. 22, 16) Y hasta aquí cualquiera podría decir ¡Aleluya! será en el cielo; pues no, porque Nuestro Señor dice: “Porque, os digo, desde ahora no bebo el fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”. (Lc. 22, 18).

Y para que no queden dudas de que es el reino de Dios es el Reino de Cristo en la tierra, pues en el cielo no se come ni se bebe, dice Nuestro Señor: “Para que comáis y bebáis a mi mesa, en mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. (Lc. 22, 30). Lo cual será el día de su Parusía.

Y ya sabemos que ese Reino de Dios cuando vuelva, es la Parusía. Y ¿por qué la Pascua tendrá la plena realización en la Parusía?, porque se realizan las Bodas del Cordero: “¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios, el Todopoderoso, ha establecido el reinado. Regocijémonos y saltemos de júbilo, y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”. (Ap. 19, 6-7).

Aleluya, como hace ver Mons. Straubinger en la nota 5 a este capítulo, no significa alegría, como suele creerse, sino ¡alabad a Yahvé! (Hallelú Yah). Y en la misma nota trae esta interesante reflexión: “Voces celestiales cantan la toma de posesión por el Señor, de su reino universal y eterno al mismo tiempo que las Bodas del Cordero”.

Hay una relación muy interesante que hace Mons. Straubinger entre las Bodas del Cordero y el Cantar de los Cantares, que conviene tener presente: “He aquí ciertamente el punto más avanzado, donde se detiene toda investigación escatológica y que esconde la clave de los misterios postapocalípticos del Cantar de los Cantares (Léase nuestra introducción a este Libro)”. (Nota 3, Ap. 21).

En la introducción observa que este Libro, es uno de los más difíciles de entender, incluso que el mismo Apocalipsis: “El breve libro es sin duda el más hondo arcano de la Biblia, más aun que el Apocalipsis, pues en este, cuyo nombre significa Revelación, se nos comunica abiertamente que el asunto central de su profecía es la Parusía de Cristo y los acontecimientos que acompañarán aquel supremo día del Señor en que Él se nos revelará para que lo veamos ‘cara a cara’. Aquí, en cambio, se trata de una gran Parábola o alegoría en la cual, excluida como se debe la interpretación mal llamada histórica, que quisiera ver en ella un epitalamio vulgar y sensual, aplicándolo a Salomón y a la princesa de Egipto, no tenemos casi referencias concretas, salvo algunas (cf. 6, 4 y nota), que permite con bastante firmeza ver en la Amada a Israel, esposa de Yahvé”. 

Y más adelante, en la misma introducción dice: “…al Israel histórico oponen el Israel de la época mesiánica, purificado de todos sus pecados y vuelto de todo corazón a su Dios. Las relaciones rotas por el pecado de idolatría se reanudan para siempre. Es preciso, pues, decir que le cántico celebra los amores de Yahvé y de Israel en la edad mesiánica, que es el objeto de los deseos de los profetas y justos del Antiguo Testamento”.

Vemos así cómo hasta el último momento, Nuestro Señor habla del Reino parusíaco o milenario, cuando después de cuarenta días de la resurrección, Nuestro Señor asciende a los cielos, los ángeles el dicen a los apóstoles: “Varón de Galilea, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este Jesús que ha subido al Cielo, así volverá, como lo acabáis de ver subir allá”. (Hech.1, 11).

Y estos cuarenta días desde la resurrección hasta la ascensión, Nuestro Señor Jesucristo, se lo pasó hablando del Reino de Dios, que como hemos visto, es su reino terrestre, puesto que: “Siendo visto de ellos por espacio de cuarenta días y hablando de las cosas del Reino de Dios”. (Hech. 1,3).

Mons. Straubinger comentando este pasaje en la nota 3 dice: “Reino de Dios: expresión que San Mateo llama Reino de los Cielos, señalando su trascendencia universal y que designa el reino que debía fundar el Mesías”.

No hay que olvidar que la Transfiguración de Nuestro Señor, fue un anticipo de la gloria y majestad con la que Él habría de volver bajando de los cielos el día de la Parusía, como lo hace notar el mismo Mons. Straubinger: “Con el brillo de su gloria, tal como se mostró en la Transfiguración, que era como un anticipo de su Parusía triunfante”.

San Marcos (9, 1), en el pasaje alusivo a la Transfiguración, dice: “Y les dijo: En verdad, os digo, entre los que están aquí, algunos no gustarán la muerte sin que hayan visto el Reino de Dios venido con poder”. 

O también en esta nota 1 al el capítulo 9 de San Marcos: “El anuncio de Jesús se refiere a su gloriosa Transfiguración, relatada en los versículos que siguen, y en la cual Jesús mostró un anticipo de la gloria con que volvería al fin de los tiempos. Tal es la gloria cuya visión nos refiere San Juan y su evangelio (1,14) y San Pedro en su segunda Epístola (1,16ss.)”. “En verdad, os digo, entre los que están aquí, algunos no gustarán la muerte sin que hayan visto el reino de Dios venido con poder”.

Luego, en San Mateo 16, 28 dice lo mismo: “En verdad, os digo, algunos de los que están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino”.

Y en San Lucas IX, 27: “Os digo, en verdad, alguno de los que están aquí, no gustarán la muerte sin que haya visto antes el Reino de Dios”.

Por eso San Juan, que junto con San Pedro, Santiago que fueron los únicos tres apóstoles que presenciaron la Transfiguración, dice: “Nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre y es, lleno de gracia y de verdad”. (Jn.1, 14).

Cuándo y dónde, vieron la gloria estos tres apóstoles que eran los que no morirían sin antes ver, como les dijo Nuestro Señor Jesucristo, el Reino de Dios. Pues bien, San Pedro dice: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, según fábulas inventadas, sino como testigos oculares que fuimos de su majestad, pues Él recibió de Dios Padre, honor y gloria cuando de la Gloria majestuosísima le fue enviada aquella voz: este es mi Hijo amado en quien Yo me complazco; y esta voz enviada del cielo la oímos nosotros, estando con Él en el monte santo”. (II Ped. 1,16-18).

Mons, Straubinger comenta este pasaje en su nota 16: “San Pedro conforma el dogma de la segunda venida de Cristo, que algunos negaban preguntando: ¿Dónde está la promesa de su Parusía? (3,4). Testigos oculares de su Majestad en la Transfiguración (Mat. 17,19), donde por primera vez vieron al Señor en la gloria en la cual ha de venir”. 

Y en la nota 18: “En el monte santo de la Transfiguración”, es donde lo vieron. 

Todo esto está además avalado por el comentario que Santo Tomás trae de Teofilacto en la Catena Áurea (Mc. 8, 39), que dice: “Queriendo manifestar que no prometía en vano cuando habló de su gloria, añade: ‘En verdad digo que algunos de los que aquí están’, etc., que es como si dijera: algunos, esto es, Pedro, Santiago y Juan, no morirán hasta que les muestre en la Transfiguración cuánta gloria ha de acompañarme en mi segunda venida. La Transfiguración no era, pues, otra cosa sino la profecía de la segunda venida, en la cual brillarán el mismo Cristo y los santos”. 

El Reino de Dios relegado al puro Reino de los cielos, es decir a la bienaventuranza eterna de la visión beatífica de la Iglesia triunfante, por una interpretación miope, se ha negligido y no se ha visto que en las Escrituras el reino de Dios, del cual habla Nuestro Señor Jesucristo, es primeramente su reino terrestre y que posteriormente cuando todo esté restituido, o restaurado o recapitulado en Cristo, se haya cumplido la Gran Promesa un solo rebaño bajo un solo Pastor, produciéndose las Bodas Pascuales del Cordero y que todo esté sometido bajo sus pies, se entrega el Reino al Padre, y así se perpetúa el Reino del Cristo en el seno del Padre eternamente, donde ya no habrá tiempo ni historia sino que todo será la beatífica eternidad.

El Reino de Dios es el reino terrestre de Nuestro Señor Jesucristo, es la Parusía, es la bienaventurada esperanza, como dice San Pablo: “Vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo actual, aguardando la dichosa esperanza y la aparición de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. (Tit. 2, 13). Y Mons Straubinger comenta dicho pasaje en la nota 13: “La dichosa esperanza; así se llama segundo advenimiento de Cristo en gloria y majestad”.

Y es por eso que en la Segunda carta a Timoteo dice San Pablo: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, el cual juzgará a vivos y a muertos, tanto en su aparición como en su reino”. (II Tim. 4,1) Y dice Mons, Straubinger en su nota 1 a este pasaje: “Este es el Juez de los vivos y de los muertos, es decir, no de los justos y delos pecadores, sino de los hombres que estarán aún vivos en el día de su venida y de los que habrán muerto”. 

Por eso se nos dice de tener paciencia hasta la Parusía: “Tened, pues, paciencia hermanos, hasta la Parusía del Señor”. (Sant.5, 7). Y vuelve el Apóstol Santiago (5, 8) a decir: “Tened paciencia: confirmad vuestros corazones, porque la Parusía del Señor está cerca”. 

Mons. Straubinger en la nota 8 de este pasaje dice: “Los discípulos vivían con los ojos puestos en el cielo velando para no ser sorprendidos por la llegada del Señor, revelando su condición ante el temor de su juicio… y de esta intensidad de su esperanza vino su heroísmo en la santidad, su generosidad en el sacrificio, su celo en difundir por doquiera la vida nueva, según el evangelio”. Esto es justamente lo que falta hoy, por eso prácticamente es nula la santidad, el heroísmo y el sacrificio, porque no tenemos en cuenta la Parusía.

San Pablo hace la siguiente recomendación: “Te ruego, en presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, –el cual hizo bajo Poncio Pilato la bella confesión–que guardes tu mandato sin mancha y sin reproche hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo”. (I Tim. 6, 13-14).

Esto que dice San Pablo a Timoteo, discípulo que era obispo y el cual tenía a su cargo la dirección de la Iglesia de Éfeso, se lo dice a todo el episcopado, a todos los obispos y recae también en primer lugar al obispo de Roma, los Papas, sucesores en la cátedra de San Pedro.

Y así San Pablo exhorta a Timoteo y a todos a amar la Parusía: “En adelante me está reservada la corona de la justicia, que me dará el Señor, el Juez justo, en aquel día, y no solo a mí sino a todos los que hayan amado su venida”. (II Tim. 4, 8).

La restitución de todas las cosas a su estado prístino o primigenio: la apocatástasis, la palingenesia, regeneración o renovación, es algo que ha quedado volatilizado por no tener claro el Reino terrestre de Cristo como hombre que por el hecho de encarnarse en esta tierra el Verbo Eterno, es verdadero Dios y verdadero hombre, y verdadero rey de esta tierra y de todo el cosmos o universo, esto es la restauración de todas las cosas en Cristo (Omnia Instaurare in Christo), la cual era la divisa de San Pío X y que Mons, Lefebvre comentaba como la recapitulación de todo en Cristo, “Reunirlo todo en Cristo, las cosas de los cielos y de la tierra”. (Ef. 1, 10).

La restauración de todas las cosas es universal, o sea cosmológica y no solo puramente sobrenatural o espiritual de la que habla San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: “Arrepentíos, pues, y convertíos, para que se borren vuestros pecados, de modo que vengan los tiempos del refrigerio de parte del Señor y que Él envíe a Jesús, el Cristo, el cual ha sido predestinado para vosotros. A Éste es necesario que lo reciba el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las que Dios ha hablado desde antiguo por boca de sus santos profetas”. (Hech. 3. 19-21).

Son los tiempos de la restauración de la que se habla en las Escrituras: “De modo que vengan los tiempos del refrigerio de parte del Señor y que Él envíe a Jesús, en Cristo, el cual ha sido predestinado para vosotros. A este es necesario que lo reciba el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las que Dios ha hablado dese antiguo por boca de sus santos profetas”. (Hech. 3, 20-21).

San Pedro se refiere a lo mismo, la restauración: “Pues esperamos también conforme a su promesa cielos nuevos y tierra nueva en los cuales habite la justicia”. (II Ped. 3, 13).

Y sobre este pasaje comenta Mons, Straubinger en su nota 13: “Esto mismo es lo que Jesucristo poco antes (Mt. 19, 28) había expresado con el expresivo nombre de palingenesia (Vulgata, restauratio), el nuevo nacimiento, la regeneración, la renovación del mundo presente”. 

Y en otra nota, la 5 al Apoc. 21, complementaria a esta, se lee: “Es una renovación de este mundo donde vivió la humanidad caída, el cual desembarazado al fin de toda mancha será restablecido por Dios en un estado igual y aun superior a aquel en que fuera creado; renovación que la Escritura llama en otros lugares palingenesia, o sea regeneración (Mt. 3, 21)”. 

“En verdad os digo, vosotros que me habéis seguido en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, os sentareis, vosotros también, sobre doce tronos y juzgaréis a las doce tribus de Israel”. (Mt. 19, 28).

Esta renovación es lo que el cosmos entero, o todo el universo creado espera: “La creación está aguardando con ardiente anhelo esa manifestación de los hijos de Dios; pues si la creación está sometida a la vanidad, no es de grado, sino por la voluntad de aquel quela sometió; pero con esperanza, porque también la creación misma será libertada de la servidumbre de la corrupción para (participar de) la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, la obra de la creación entera gime a una, y a una está en dolores de parto. Ya no tan solo ella, sino que así mismo nosotros los que tenemos las primicias del Espíritu también gemimos en nuestro interior, aguardando la filiación, la redención de nuestro cuerpo”. (Rom. 8, 19-23). Sobre esto, Mons, Straubinger comenta en la nota 21: “Hasta la creación inanimada, que a raíz del pecado delos primeros padres fue sometida a la maldición (Gen.3, 17), ha de tomar parte en la felicidad del hombre. De la transformación de las cosas creadas nos hablan tanto los vates del Antiguo Testamento como los del Nuevo”. 

Como vemos el Reino de Dios es el Reino de Cristo en la tierra y de todo el universo, realizado plenamente con la Parusía y las Bodas del Cordero, realizándose la gran promesa apocalíptica de un solo rebaño y un solo Pastor, con todas las cosas restauradas, renovadas o restablecidas a su estado primigenio (Apocatástasis o Palingenesia)[1]





P. Basilio Méramo

Bogotá, Diciembre 3 de 2021






[1] Apocatástasis que no hay que confundir con el concepto herético que Orígenes tenía, ya que él, siendo consciente de esa famosa gran restauración al estado prístino o primitivo de todo, la extendía hasta los ángeles condenados, puesto que al fin, los demonios serían liberados del infierno y restituidos a su amistad con Dios, lo cual es una inmensa herejía que termina negando la eternidad del infierno. Y así se cumple el adagio: corruptio optimi pessima, la corrupción de lo mejor es la peor de las corrupciones.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Buscad el reino de Dios y su justicia.

 

BUSCAD EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA

El Padre Nuestro, que es la oración que el mismo Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó para orar, en la segunda petición “Venga tu Reino” (Adveniat Regnum tuum) sin el Nos que relativiza y subjetiviza como si fuera y se tratase en la sola alma o corazón que no está en latín, por cierto, y en la siguiente petición, y esto para que se haga s voluntad (la de Dios) en la tierra, así como lo es en el cielo (Fiat Voluntas tua sicut in Caelo et in Terra).

Ese reino que se pide, no es la Iglesia, ya que ésta está en la tierra desde su fundación en la cruz.

De otra parte, hay que tener en cuenta que en esta tierra el que reina es el príncipe e este mundo, Satanás, y es evidente que esto o que impide o imposibilita que se haga la voluntad de Dios en la tierra como lo es en el cielo. Además tenemos que al final del Padre Nuestro se pide que seamos liberados del mal (Sed libera nos a malo), y en primer lugar, ser liberados del Maligno, ya que es él el príncipe de este mundo y del cual proviene todo otro mal en esta tierra.

Estas son verdades paladinas e incontestable, es decir inexpugnables para todo el que se tenga por católico.

San Agustín en su obra La Ciudad de Dios, habla de dos amores que fundaron dos ciudades: “Dos amores han fundado dos ciudades: una terrestre, obra del amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios; la otra, celestial, obra del amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo”. (De Civitate Dei l.14 c.28).

Así el P. Castellani dice: “No anduvo mal Tyconius en el siglo VI, al ver en el Anticristo ‘todas las fuerzas del Mal encabezadas y como encarnadas en un Rey perverso’. Es la ‘Ciudad del Hombre de San Agustín, opuesta a la ‘Ciudad de Dios’, que halla finalmente su Jefe y se organiza en él. Hoy día es ‘un fin político lícito’ y muy vigente por cierto, tomar la organización de las comarcas del mundo en un solo Reino, que por ende se parecerá al Imperio Romano. Esta empresa pertenece a Cristo; es en el fondo la secular aspiración de la Humanidad; pero será anticipada malamente y abortada por el Contracristo, ayudado del poder de Satán”. (El Apokalypsis, ed. Paulinas, Buenos Aires, 1973, p.188).

Aunque fue un hereje donatista Tyconio, no nos debe de extrañar que el P, Castellani lo mente, pues hasta el mismo San Agustín, tomó de Tyconio, algunas cosas que le parecieron buenas, como el mismo P. Castellani en otro lugar comenta: “Indicaré aquí, sin embargo, la otra interpretación, la alegórica,

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que inventó en el siglo IV el hereje donatista Tyconius, y repitió minuciosamente San Agustín en el capítulo XX y ss. De Civitate Dei”. (El Apok. p.294).

La Torre de Babel tuvo por impulso la expresión del ideal de la ciudad terrena, anhelo que permea a través de toda la historia a los hombres que enarbolan ese amor de sí mismos, egoísta, narcisista, que lleva hasta el desprecio de Dios, lo cual se vehicula en la diabólica idolatría del humanismo naturalista y antropoteísta.

Es la gran tentación de todos los tiempos, pero que se enfervorizará cristalizándose al fin de los últimos tiempos apocalípticos, previos a la Parusía.

Gran Tentación como la de Cristo en el desierto, “Todo esto te daré si me adorares”; y que pretenderá realizar el Anticristo con nombre propio de Pseudoprofeta, con el respaldo del maridaje con el poder político del Anticristo civil. Los dos poderes que simbolizan o representan las dos bestias feroces, asesinas: la Bestia Feroz del Mar y la Bestia Feroz de la Tierra que proclaman desde sus entrañas el diabólico “Non Serviam” (No Serviré) y que para ellos se amalgaman en perverso contubernio, el cual está indicado por la fornicación con los reyes (poderes) de esta tierra.

Es la prostitución de la amalgama entre el Reino y el Mundo. Fornicar es, como hace ver el P. Castellani: “‘Fornicación’ llaman los profetas a la idolatría. ‘Fornicar con los ídolos’ significa poner los ídolos en lugar de Dios, el legítimo esposo de nuestras mentes. ‘Fornicar con los reyes de la tierra’ significa poner los poderes de este mundo en el lugar de Dios, (...) El error fundamental de nuestra práctica actual y aún de la teoría a veces- es que amalgamamos el Reino y el Mundo, lo cual es exactamente lo que la Biblia llama ‘prostitución’”. (Los Papeles de Benjamín Benavídez, ed. Dictio, Buenos Aires, 1978, p.227).

Y que será, como dice el P. Castellani, una de las cosas que realizará el Anticristo: “Propician la amalgama del Capitalismo y el Comunismo; que será justamente la hazaña del Anticristo”. (El Apok. p.189).

De otra parte, esto fraguará, por obra del modernismo, como herejía que adultera el cristianismo: “... los enciclopedistas’ o ‘iluministas’, que a través del ‘Liberalismo religioso’ o racionalismo, o naturalismo, han llegado hasta nosotros en el hoy vigente ‘modernismo’ –que ya espantaba a Newman; es la peor herejía que se puede imaginar: la adulteración sutil y total del cristianismo”. (El Apok. p.327-328).

Así tenemos: “La Religión Idolátrica. He insistido en este libro sobre el ‘naturalismo religioso’ o ‘modernismo’ como religión del Anticristo, por ser lo que yo he estudiado, y lo que Se Ve; esto no quiere decir excluir o no conocer otros

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elementos del ‘ejército del Anticristo’: como la magia, el satanismo, (indicados en el Apok. con el nombre de ‘brujos’, los cuales a la Segunda Fiera tienen por capitán) no menos que la Masonería y la conspiración judaico-financiera tan denunciada hoy día”. (El Apok. p.340).

Los autores de esta amalgama y prostitución, son los dos Anticristos, porque tanto lo es el uno como el otro, aunque normalmente se habla de Anticristo como si fuera únicamente la bestia del mar y el otro, el pseudoprofeta, la bestia de la tierra, como una lacayo, servidor del primero, esto es un error (pues ambas son poderosas y prestigiosas y están asociadas en maridaje pues tanto monta, monta tanto); y aún más, como muestra el P. Lacunza, es más peligroso el Anticristo religioso o pseudoprofeta, que el otro, pues el uno mata el alma, (condenación eterna), y otro mata el cuerpo (muerte física) y aunque a veces se dice el pseudoprofeta está al servicio del Anticristo político, no es que sea su servil y subordinado lacayo sino que están de acuerdo, subordinando la religión al servicio de la política, y de ahí es que puede provenir al confusión. Por eso el Anticristo es tanto la Bestia del Mar como la Bestia de la Tierra; y lamentablemente este es un aspecto que no se ha dilucidado suficientemente.

“Así dirá el Anticristo, y lo hará, tomará lo que tiene de bueno el Capitalismo, o sea, la inmensa productividad, y la encausará con medidas férreas, comunizándolas. Habrá abundancia para todos, (menos para los cristianos, por supuesto) y sólo se perderá una pequeña cosita: la libertad; la poca libertad que hoy nos queda, la gran libertad verdadera que prometió (y dio Cristo). Todos seremos gordos: seremos los gordos presidiarios de un inmenso ‘Praesidium’. Infrahombres. El Capitalismo y el Comunismo tan diversos como parecen, coinciden en su fondo; digamos, en su núcleo ‘místico’: ambos buscan el Paraíso Terrenal por medio de la Técnica; y su ‘mística’ es un mesianismo tecnólatra y antropólatra, cuya difusión veremos hoy día por todos lados y cuya dirección es la deificación del Hombre, la cual un día se encarnará en Un Hombre”. (El Apok. p.347).

El modernismo amalgamará religiosamente los dos brazos de la poderosa tenaza, tal como muestra el P. Castellani: “La pulseada diplomática entre Rusia y Estados Unidos, con la amenaza de una enorme guerra, ¿No es actualmente el suceso dominante de la vida política del mundo? Pues bien, es el liberalismo el que pugna con su hijo el comunismo el espíritu batracio que salió de la boca de la Bestia y el otro que salió de la boca del Dragón... Y el modernismo ¿qué hace? El Modernismo coaligará a los dos (...); los fusionará al fundente religioso. El modernismo es el fondo común de las dos herejías contrarias, que algún día que ya vemos venirlos englobará por obra del Pseudo-profeta. ¿Qué es el modernismo? (...) No se puede definir brevemente, (...) Es una cosa que era y no es y que será; y cuando sea, durará poco. Técnicamente los teólogos llaman

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modernismo a la herejía aparentemente complicada y difícil, que condenó el papa Pío X en la encíclica Pascendi; pero esa herejía no es más que el núcleo explícito y pedantesco de un impalpable y omnipresente espíritu que permea el mundo de hoy. Su origen histórico fue el filosofismo del siglo XVIII, en el cual con tercer ojo el padre Lacunza vio la herejía del Anticristo, la última herejía, la más radical y perfecta de todas”. (Los Pap. p.45).

Y así prosigue el padre Castellani relacionando el liberalismo, el comunismo el modernismo y su síntesis en la democracia: “El cua-cua del liberalismo es ‘libertad, libertad, libertad’, el cua-cua del comunismo es ‘justicia social’; y el cua.cua del modernismo, de donde nacieron los otros dos y los reunirá un día, podríamos asignarle este: ‘Paraíso en Tierra’; Dios es el hombre; el hombre es dios. Y la ‘democracia’ (...) es el coro de las tres juntas: democracia política, democracia social y democracia religiosa: Demó-cantaba la rana, cracía- debajo del río. (Los Pap. p.46).

Esto de que Dios es el hombre y que el hombre es dios, lo vemos profesado pública y universalmente con lo que dijo Pablo VI en su discurso de clausura del Vaticano II el 7 de Diciembre de 1965: “El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión- porque tal es- del hombre que se hace dios. ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. (...) Vosotros, humanistas, modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito, reconoced nuestro nuevo humanismo, también nosotros y más que nadie– somos promotores del hombre”.

Cual profeta el padre Castellani ya lo había dicho: “El ‘enciclopedismo’ de los sedicentes filósofos del siglo XVIII; o sea el ‘naturalismo religioso’ que empezó por el ‘deísmo’ y se prolonga en el actual ́modernismo’: la peor herejía que ha existido, encierra en su fino fondo la adoración del hombre en lugar de Dios, la religión del Anticristo”. (El Apok. p.136).

La democracia con su herética inspiración, puesto que proclama al pueblo soberano en contraposición a la soberanía que sólo viene de Dios, es como la definió insuperable y egregiamente Nicolás Gómez Dávila: “La democracia es una religión antropoteísta. Su principio es una opción de carácter religioso, un acto por el cual el hombre asume al hombre como Dios”. (Textos I, Nicolás Gómez Dávila, Villegas Editores, Bogotá, 2002, p.62).

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Por eso el padre Castellani pudo decir aludiendo a la abominación de la desolación diciendo que es: “La peor idolatría, pues en el fondo del modernismo está latente la idolatría más execrable, la apostasía perfecta, la adoración del hombre en lugar de Dios; y eso bajo la forma cristiana y aun manteniendo tal vez el armazón exterior de la Iglesia”. (Los Papeles, p.47).

En la democracia antropoteísta se conjugan tanto el ideal babélico y el del paraíso del edén perdido: “Esta luz cruda deshace y evacúa la eterna ilusión babélica de construir una torre que llegue al cielo, de puro ladrillo y barro; de recoger y reconstruir el antiguo Edén con las solas fuerzas humanas; de llevar a su consumación el Reino de Dios por medios políticos; de que este mundo durará muchísimo y siempre en continuo progreso. Esos son los principales ensueños del mundo moderno y han sido siempre la más profunda y tenaz tentación del hombre, hoy día campante y dominante por doquier fuera de la Iglesia. Contra ellos se levanta del Apokalypsis la austera visión del Milenarismo”. (Los Papeles, p.65).

Como vemos esta es la suprema tentación del hombre, la tentación más perversa y diabólica de la humanidad; la gran promesa invertida de procurar el reino del hombre (endiosado cual pavo real) en esta tierra, ese idílico anhelo de la Torre de Babel, de la Ciudad del Hombre y que pretenderá realizar el Anticristo con nombre propio, Pseudoprofeta.

Por esto dice el padre Castellani: “La bestia de la tierra se parece al Cordero, ́hace prodigios y portentos’, promete la felicidad y habla palabras hermosas, llenas de halagos. Promete el Reino en este mundo. Como Cristo. El Reino en la tierra por las solas fuerzas del hombre, como el Dragón que prometía a Cristo, en el Monte de la Tentación. Este es el misterio de las Dos Mujeres. Son las dos Ciudades de San Agustín, llevadas al máximo de tensión contraria. Pero siempre mezcladas entre ellas y en sus habitantes. ¡Tened cuidado! ‘Dos estarán en un lecho; uno será elegido y otro será dejado’. (El Apok. p.260, 261).

“Grandes poetas y detestables filósofos, al servicio la gran correntada del siglo, de la época enferma... adoradores vanamente esperanzados del paraíso en la tierra por las solas fuerzas del hombre, o sea, de lo que será la Gran Promesa del Anticristo”. (Los Pap. p.75).

Que será como señala el padre Castellani: “(...) la más completa y sutil falsificación del cristianismo que se puede soñar: un ideal de vida cómoda, lujosa y divertida, con mucho ‘sex appeal’ por supuesto, y con un marco de algunos vagos y diluidos dogmas cristianos que no comprometen a nada (...) ‘es el ideal de la Añadidura antes que el Reino, o la Añadidura sin el Reino, o el Reino Milenario realizado desde ya y sin Cristo es decir, el cristianismo expurgado de

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la cruz de Cristo y de su Segunda Venida... ¡Este es el verdadero Anticristo! Si esto invade al mundo como lo está invadiendo y al fin lo domina... Esto es falsa religión sumamente seductora: esto es peor si cabe que el comunismo. (...) Los dos son peores y es más que probable que un día se fusionen, porque proceden del mismo espíritu, el espíritu del Jardín de Edén y del Paraíso en la tierra. Y quien hará la fusión será la Bestia Segunda; la Fiera dela Tierra, ‘que tenía dos cuernos como el Cordero y habla como el Dragón’. (Los Pap. p.246).

A esto lleva también el Progresismo Vergonzante, como lo denominaba el célebre padre Julio Meinvielle, y a sus responsables intelectuales Lamennais y Maritain.

En plena concordancia el padre Castellani expone: Dios mío. En suma: la vulgar actitud conciliadora y contemporizadora del ‘evolucionismo teológico’, la herejía más difundida y menos conocida de nuestros días; que tiene como raíz el no pensar en la Parusía, sin tenerla en cuenta, ni quererla quizá, sin negarla explícitamente; polarizando las esperanzas religiosas de la humanidad hacia el foco de hoy ‘progresismo’ mennesiano. Puede que Dios realmente sacara una nueva era del caos presente, pues nada hay imposible para Dios; aunque no fuese con paz de Don Struzzo, precisamente por agencia de la ONU ginebrina o washingtoniana; pero puede ser también que no la saque ¿qué sabemos? Y el examen de las profecías esjatológicas de la Palabra parece indicar más bien que no la va a sacar. Un día este siglo (el siglo adámico) tiene que agonizar en la tribulación mayor que hubo desde el diluvio acá– y morir. Y resucitar. (...) Hay una especie de reúse oculto del martirio en esta posición, que es también la de Maritain y menos acusadade Christopher Dawson; un buscar la Añadidura por medio del Reino y una evacuación de la Cruz de Cristo...”. (Los Pap. p. 312).

Todo esto no es más que desear el Paraíso en la tierra sin Cristo, sin Cruz, sin Dogmas que dividan, ¡viva la pepa de la libertad religiosa!, donde todas las creencia religiosas valen, lo que cuenta es la solidaridad de los hombres procurándose cual Prometeo robar el fuego divino, y por sus propias fuerzas instaurar el paraíso en la tierra.

Por esto el padre Castellani, ante la falsa acusación que se hace a los milenistas de judaizantes, dice: “En fin los milenistas son ‘judaizantes’. Pero ¿qué cosa más judaizante que esperar un gran triunfo terreno de la Iglesia antes de la Segunda Venida del Cristo? (...) el actual socialismo comunista, por ejemplo, es netamente milenista carnal (y ateo), es decir, ‘judaizante’”. (El Apok. p.87). Este gran triunfo de la Iglesia en este mundo (siglo) es la aspiración y deseo que todos o casi todos los católicos, comenzando por el clero, esperan erróneamente.

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Con esto se cae en los falsos Apocalipsis, como advierte el padre Castellani:

“Doctores de la Fe se pretenden estos, y son tenidos de muchos por tales: incluso publican libros con aprobaciones episcopales: en gran peligro de ser engañados andan hoy los fieles. Uno dellos un famoso del siglo XIX (muchos dellos hoy día) enseñó que la Iglesia antes del Juicio Universal tiene que llegar un triunfo y prosperidad completos en que no quedará sobre el haz de la tierra un solo hombre por convertir (‘un solo rebaño y un solo Pastor’) y sin más ni más se cumplirán todas las exuberantes profecías viejotestamentarias. De acuerdo a algunas profecías privadas, se imaginan al Papa (al ‘Pastor Angelicus’ que debería haber sido Pío XII) reinando sobre todo el mundo apoyado en un Monarca Católico vencedor (que los franceses dice será francés ¡Enrique V! o ¡Luis Carlos I!, pues hasta el nombre le saben; los alemanes que será alemán, etc.) el cual sin embargo mandará menos que el Papa, pues el Papa mandará en todo el mundo; y así en Santas Pascuas y grandes fiestas ¡hasta la resurrección de la carne! Y después a mayores fiestas... Es el mismo sueño carnal de los judíos, que los hizo engañarse respecto a Cristo. Estos son los milenistas al revés. Niegan acérrimamente el Milenio metahistórico, después de la Parusía, que está en la Escritura; y ponen un milenio que no está en la Escritura, por obra de las solas fuerzas históricas, o sea una solución intrahistórica de la Historia; lo mismo que los impíos ‘progresistas’ como Condorcet, Augusto Comte y Kant; lo cual equivale a negar la intervención sobrenatural de Dios en la Historia; y en el fondo la misma inspiración divina de la Sagrada Escritura”. (El Apok. p. 366,367).

Como podemos observar, este sueño carnal de los judíos o milenistas al revés, tal como enfatiza el padre Castellani, es prácticamente lo que la gran mayoría de los católicos espera; y así mismo interpretan al revés la aparición de Fátima.

Entonces vemos que se trata de este milenarismo que es el verdaderamente malo y que sin embargo todos lo tiene por bueno; y es malo porque pretende lograr el triunfo de la Iglesia en esta tierra por las solas fuerzas humanas en permanente y continuo progreso y alcanzando el cielo en la tierra, como en la Torre de Babel y realizando la Ciudad Terrena sin la intervención divina en la historia; y por eso es un milenarismo malo, al revés, o contra natura, y judaizante, como hace ver seguidamente el P. Castellani: “Pero de un milenarismo malo que espera el Reino de Cristo en la tierra antes de la Venida de Cristo, y obtenido por medios temporales, y consistente en un esplendor de la Iglesia también temporal... Y no es el único; pues hay muchísimos hoy día que esperan igual, incluso católicos, sabiéndolo o sin saberlo es milenarismo malo”. (Los Pap. p. 287).

Para tomar un botón como muestra de esto, es lo que Monseñor Williamson piensa del Apocalipsis y es lo que de modo muy general piensan los fieles

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tradicionalistas en Francia e igualmente en todo el mundo que se cree y dice católico.

Por esto es que el padre Castellani dice: “Pero milenarismo y antimilenarismo representan la dualidad histórica hodierna, dos espíritus, dos modos de leer la Escritura, y de ver en consecuencia la Iglesia y el Mundo. De ahí la lucha”. (Los Pap. p.412). Y podemos añadir de nuestra parte, el enfrentamiento y la pugna encarnizada.

Y por esto es que advierte: “Eso de llamar Dios a Cristo no distingue hoy más a los cristianos de los herejes: éstos hoy día no tienen reparo en hacerlo pero han enturbiado el nombre: y se ha gastado el cuño de la moneda. Lo que distingue a los verdaderos cristianos es que esperan la Segunda Venida”. (Los Pap. p.426).

Es por eso que un falso triunfo de la Iglesia, aunque no lo parezca, es el triunfo que esperan la gran mayoría de los católicos, incluso mal interpretándose la promesa de Nuestra Señora en Fátima: “Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”. Al fin, quiere decir finalmente, en conclusión, por encima de todo, al fin y al cabo, a pesar de todo, mi Inmaculado Corazón triunfará; y ese triunfo se inicia en la Parusía, porque el Corazón Inmaculado de Nuestra Señora, no puede triunfar plenamente mientras impere en este mundo Satanás y sea su príncipe.

Por eso el padre Castellani hace ver: “La imaginación de la plebe, y de la super plebe todos somos plebese alimenta necesariamente; no es posible dejarla en seco, y en la religión mucho menos (...) se acabó el milenarismo antiguo y la gente inventa toda clase de milenarismo moderno (...) por algo el decreto del Santo Oficio dice: ‘sea antes, sea después de la Parusía. Hoy día muchísimos católicos, incluso escritores, incluso predicadores, incluso sabios como Berdiaeff o Dawson toman como una especie de gran triunfo temporal de la Iglesia sueñan con una especie de gran triunfo temporal de la Iglesia vecino a nuestros tiempos y anterior a los parusíacos. Con esto soñó León Bloy y Veuillot y Hello y toda la escuela de apologistas románticos franceses, comenzando por Chateaubriand y Lamennais. En eso sueña Papini. ¿Y es otra cosa que eso el fondo del llamado mensaje del gran orador Milanesi? ¿Y es eso otra cosa que el milenarismo anticipado, tan imaginario y mucho menos fundado que el mío?... yo por lo menos no sueño en el vacío. (...) Nuestra época está llena de profetismo como todas las épocas de crisis; porque queremos saber a dónde vamos, pues sin saber a dónde va, nadie puede dar un paso, Y los profetas de hoy se dividen rigurosamente en dos: los que creen que los actuales son dolores de parto y los que creen son dolores de agonía; los cuales remiten el enfantement de la Nueva Era para después de la Parusía... Los primeros preparan el Anticristo (...). Los segundos creen en Cristo”. (Los Pap. p.387).

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El antídoto contra los pseudoprofetas es el Apocalipsis, como hace ver el padre Castellani: “El Apokalypsis es el único antídoto actual contra ese pseudoprofeta’”. (El Apok. p.367).

Y tal como advierte, el que deje o rechace el Apocalipsis verdadero cae en los apocalipsis erróneos: “El que ‘deja allí’ el Apokalypsis, cae en los Apocalipsis falsos”. (El Apok. p.367).

Por eso: “Los fieles de los últimos tiempos solo se salvarán por una caridad inmensa, una fe heroica y la esperanza firme en la próxima Segunda Venida”. (Los Pap. p.135).

Al mal tiempo buena cara, pues como observa el padre Castellani: “Pero hemos de parar mientes en que si las fuerzas del Mal no son contrarrestadas; lo único que pueden hacer es apresurar la catástrofe, y por ende la subsiguiente rehabilitación sobrenatural, y nada más: no pueden construir nada estable ni permanente, siendo esencialmente parasitarias y destructivas. El Mal es un parásito del Ser; y el Ser depende intrínsecamente de Dios. Hasta el diablo trabaja para Dios”. (Apok. p.375-376).

Y no hay que olvidar aquello que deberá ser un gran aliciente pues como dice el padre Castellani: “... en los últimos tiempos el sólo mantener y profesar la fe en Cristo hará a los fieles profetas, y mártires”. (Apok. p.286).

Y además ver, padecer y sufrir todo lo que vemos de malo, no nos debe aplastar, sino al contrario, pues como señala el padre Castellani: “Menos hiere la flecha cuando se la ve venir”. (Apok. p.284).

No hay que olvidar que no se puede ni dudar que estamos en la recta final, aunque no sepamos exactamente en qué punto de esa recta nos encontramos, pero el campanazo apocalíptico ya ha sonado; es evidente, para todo aquel que tenga presente estas dos cosas: primera, según San Lucas: “Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que el tiempo de los gentiles sea cumplido1. (Lc. 21, 24), es decir, que cuando los judíos vuelvan a Jerusalén, lo cual es el fin de la diáspora, y esto marca el comienzo o inicio del fin de los últimos tiempos apocalípticos, aunque nadie conozca el día y la hora de la Parusía, a lo cual hace alusión San Lucas tres versículos más adelante cuando dice: “Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y gran gloria”. (Lc.21, 27).

1 El tiempo de los Gentiles, o de las Naciones de los Gentiles, como indica el padre Castellani en su comentario del Primer Domingo de Adviento, es el tiempo del Juicio de los Gentiles o el tiempo del Juicio de las Naciones de los Gentiles, el cual se realizará con la Parusía. (cf. El Evangelio de Jesucristo, ed. Dictio, Buenos Aires 1957, p.401).

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Y para rematar, San Lucas nos anima diciendo: “Más cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención está cerca”. (Lc. 21,28).

Y esto es lo que San Pablo denomina la bienaventurada esperanza cuando exclama: Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, la cual nos ha instruido para que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo actual, aguardando la dichosa esperanza y la aparición de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. (Tit. 2, 11-13).

Y San Pedro afirma lo mismo: “Por lo cual ceñid los lomos de vuestro espíritu y, viviendo con sobriedad, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os traerá cuando aparezca Cristo. (I Ped.1,13).

Y para que no nos queden dudas, repite: “Si, pues, todo ha de disolverse así ¿cuál no debe de ser la santidad de vuestra conducta y piedad para esperar y apresurar la Parusía del día de Dios, por el cual los cielos encendidos se disolverán y los elementos se fundirán para ser quemados? Pues esperamos también conforme a su promesa cielos nuevos y tierra nueva en los cuales habite la justicia”. (II Ped. 3,11-13).

La otra cosa es que el obstáculo (Katejon) del que tanto se ha hablado y ha hecho correr mucha tinta, pero que hasta ahora no se ha sabido definir o determinar con precisión y exactitud, hoy basados en lo que el Papa San Pío X dice, podemos ver claramente qué cosa sea ese obstáculo que tiene que ser quitado de en medio para que el Anticristo aparezca y venga Cristo a destruirlo, y como veremos, abarca todas las otras opiniones que bien miradas no eran más que aspectos de lo que el obstáculo, como veremos, significa.

San Pío X al hablar de la necesidad de la pureza de la doctrina, expone: “Muchos no comprenden los cuidados celosos y la prudencia que debemos tener para conservar la pureza de la doctrina. Les parece natural y casi necesario que la Iglesia abandone alguna cosa de esta integridad; y les parece intolerable que en medio de los progresos de la ciencia, la Iglesia pretenda sola permanecer inmóvil en sus principios. Éstos olvidan el mandamiento del Apóstol: ‘Te ordeno, en presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y delante de Jesucristo quien dio testimonio bajo Poncio Pilato, te ordeno observar este mandato (la doctrina que Él ha enseñado) inmaculado, intacto, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo’. (I Tim. 6,13-14). Cuando esta doctrina no pueda guardarse incorruptible, y que el imperio de la verdad no pueda ser posible en este mundo, entonces el Hijo de Dios aparecerá una segunda vez. Pero hasta este último día debemos mantener intacto el depósito sagrado y repetir la gloriosa declaración

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de San Hilario: 'Más vale morir en este siglo que corromper la castidad de la verdad’”. (Pie X, Jérôme Dal-Gal O.M. Conv. 1953, p.107-108). Y podríamos decir la pureza, la virginidad inmaculada de la verdad.

Queda claro que San Pío X señala que el Hijo de Dios solamente aparecerá después que la Iglesia (los hombres de Iglesia y la jerarquía) no pueda mantener incorruptible la doctrina, y que así entonces no pueda seguir la Iglesia manteniendo el Imperio de la Verdad. Esto implica que antes habrá aparecido el Anticristo. Entonces es evidente que el obstáculo que tiene que ser quitado de en medio para que aparezca el Anticristo y venga Nuestro Señor, es el Imperio de la Verdad mantenido por la Iglesia. El Imperio de la Verdad doctrinal, comprende por sí mismo todas las otras interpretaciones que sobre el obstáculo se han hecho y que si bien se mira, están comprendidas en él; entre ellas están el Imperio Romano u Orden Romano cristianizado por la fe, como Santo Tomás y otros dicen, la presencia del Espíritu Santo para otros, la Santa Misa, etc., etc.

En resumidas cuentas, el Katejon es el Imperio de la Verdad mantenido por la Iglesia a través de la doctrina guardada incorruptible, y este obstáculo, a partir del Concilio Vaticano II, ha sido quitado urbi et orbi, porque la Iglesia dejó de hacer imperar la verdad, y en su lugar lo que impera hoy es la confusión doctrinal y las tinieblas, dejando de ser la Iglesia oficial, luz del mundo, a imagen de la luz de Cristo. Luego, el obstáculo ya ha sido quitado, como todos podemos hoy ver.

Lo cual corresponde con lo que Santo Tomás a su vez comenta sobre la Gran Tribulación, la cual consiste como él enseña, en la perversión de la doctrina: “Habrá entonces una Gran Tribulación que será la perversión de la doctrina cristiana a causa de una falsa doctrina, y si no son abreviados esos días, es decir, por el testimonio de la doctrina, a través del aditamento de la verdadera doctrina, no se salvará ninguna carne, esto es, todos se convertirán a la falsa doctrina”. (Com. In Mat. 24).

Y más adelante en el mismo capítulo, comentando el pasaje del sol que se obscurecerá, dice: “Por sol se puede designar a la Iglesia; de donde se ve que la Iglesia, a causa de la Tribulación no brillará. (Ibídem).

En la homilía de San Jerónimo, tercer nocturno del breviario del XIV y último Domingo después de Pentecostés, dice: “La palabra abominación quiere decir ídolo, la desolación sigue a continuación porque es dentro del templo ya arruinado y destruido que ha sido puesto el ídolo. (VIII lección).

La abominación de la desolación también expresa la doctrina pervertida o corrompida pues ¿qué es si no un ídolo en lugar santo (templo), sino la expresión de un falso culto y de una doctrina falsa y pervertida? San Jerónimo,

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en la lección de maitines IX del domingo XXIV y último después de Pentecostés así lo afirma: “Por abominación de la desolación se puede entender también el dogma corrompido. Cuando lo hubiéramos visto establecido en el lugar santo, es decir en la Iglesia, y presentarse como Dios, no tendríamos sino que huir de Judea hacia las montañas”.

Por esto el padre Castellani apunta certeramente: “El mismo Templo y la Ciudad Santa serán profanados, ni serán ya Santos. No serán destruidos. La Religión será adulterada, sus dogmas vaciados o llenados de sustancia idolátrica; no eliminada, pues en alguna parte debe de estar el Templo en que se sentará el Anticristo ‘haciéndose adorar como Dios’, que dice San Pablo. La Gran Apostasía será a la vez una grande, la más grande Herejía”. (El Apok. p.153).

Y refiriéndose a la obra del Anticristo, dice: “Reducirá a la Iglesia su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una falsa Iglesia”. (El Apok. p.199).

San León Papa, en la lección IV del segundo nocturno de maitines del día de la fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, 29 de junio, dice hablando de Roma: “Tú que eras maestra del error has devenido discípula de la verdad”, puesto que antes era la gran ciudad ecuménica de todas las religiones, como dice en la lección VI: “Pero entonces esta ciudad, que ignoraba la altura de su elevación, dominando casi todas las naciones, se hacía esclava de los errores de todas esas naciones; y grande se miraba a sí misma tomando para sí la religión, porque no rechazaba ningún error. En el Panteón se encontraban todos los dioses más importantes de las falsas religiones de las Naciones que Roma sometía y los hacía suyos.

Este es el gran misterio de Roma, que de maestra del error, albergando ecuménicamente los falsos dioses en su panteón, se convirtió en discípula de la verdad una vez cristianizada, pero que al fin de los últimos tiempos apocalípticos, como dice Nuestra Señora de La Salette, “Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo”, y así entonces por su apostasía, volverá a su antiguo error abrazando ecuménicamente todo error de que fue liberada.

Por esto el padre Castellani, vio en la mala mujer, la religión adulterada y lo que es peor, organizada jerárquicamente y constituida en Pseudo-Iglesia: “La mujer significa en la Escritura, constantemente Israel, es decir, la religión. Dios apostrofa a su pueblo como a una adúltera o la requiebra como una novia. (...) Las Dos Mujeres del Apokalypsis representan la religión en sus dos polos extremos, la religión corrompida y la religión fiel, la Fornaguera sobre la Bestia Roja y la parturienta vestida del sol de la Fe pisando la luna del mundo mudable, y coronada de la venticuatral diadema estelar patriarcal y apostólica. Estos dos aspectos de la religión son perfectamente distinguibles para Dios, pero no siempre para nosotros, la cizaña se parece al trigo y no será separada hasta la Siega”. (Los Pap. p. 225-226).

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Para terminar concluyendo que la Mala Mujer queda formulada en Pseudo- Iglesia: “El significado concreto y ya esjatológico de las Dos Mujeres, es este, según parece: La Mujer celestial y afligida es el Israel de Dios, Israel hecho Iglesia; y concretamente el Israel convertido de los últimos tiempos; La Mujer ramera y blasfema, es la religión adulterada, la formulada en Pseudoiglesia en el fin del siglo, prostituida a los poderes deste mundo, y asentada sobre el formidable poder político anticristiano ...” (El Apok. p.261)

“Es el Misterio de Iniquidad, la ‘abominación de la desolación’, la parte carnal de la Iglesia ocultando, adulterando y aun persiguiendo la verdad, Sinagoga Satanae”. (Los Pap. p.226).

No nos queda más, para concluir, que anhelar la bienaventurada esperanza que queda bien manifiesta en el mensaje pascual de 1957 de Pío XII: “Es necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro la Verdad y el Bien; es preciso conseguir que Jesús resucite; con una verdadera resurrección, que no admita ya ningún dominio de la muerte: Surrexit Dominus vere, mors illi ultra non dominabitur (...) la noche debe iluminarse como el día, nox sicut dies illuminabitur; y cesará la lucha, y brillará la paz. ¡Ven, Señor, Jesús! La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir su vuelta. Envía tu ángel, oh, Señor, Y haz que nuestra noche se ilumine como un día. ¡Cuántos corazones, oh, Señor, esperan! ¡Cuántas almas se consumen pro apresurar el día en el que Tú solo vivirás y reinarás en los corazones! ¡Ven, oh Señor, Jesús! ¡Oh María, que lo viste resucitado!; María, a quien la primera aparición de Jesús quitó la angustia inenarrable causada por la noche de la pasión; María, te ofrecemos las primicias de este día. ¡Para ti, Esposa del divino Espíritu, nuestro corazón y nuestra esperanza! ¡Así sea!”.

“Buscad el Reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura”. (Mt. 6,33). ¡Ven Señor Jesús, Marana-tha!
Venga tu Reino, Adveniat Regnum tuum.

P. Basilio Méramo Bogotá, 26 de Noviembre de 2020

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