LA DOBLE HEREJÍA DEL “NUEVO CATECISMO CATÓLICO”
SEMIARRIANISMO Y GNOSIS.
En realidad hay que decir que se trata del Nuevo Catecismo herético que no es de la
Iglesia Católica, Apostólica y Romana, sino de la Nueva Iglesia Conciliar, (o
Postconciliar, como más guste), Anti-Iglesia del Anticristo (religioso, el
Pseudoprofeta), o Contra-Iglesia. Pues de eso se trata, de otra Iglesia, que no es la
Iglesia de Dios ni la Iglesia verdadera fundada por Nuestro Señor Jesucristo, pues
sólo así pudo tener lugar un Concilio Ecuménico no infalible, y por propio principio
ilegítimo; pues todo Concilio Ecuménico legítimo de la Santa Madre Iglesia
Católica, es por definición, infalible. Únicamente un falso Concilio Ecuménico pudo
ser falible.
La verdadera y única Iglesia de Dios, de Jesucristo, queda reducida a un pequeño
rebaño fiel (pusillus grex), es la reducción de la Iglesia representada en el
Apocalipsis en la visión de la Medición del Templo. Puesto que Roma perderá la fe
y será la sede del Anticristo, como lo anunció Nuestra Señora en La Sallete, y por lo
cual Nuestro Señor dijo ¿Cuando vuelva encontraré aún fe sobre la tierra? (Lc.
18,8).
Se basa este Nuevo Catecismo supuestamente en el Concilio de Calcedonia (405)
que se celebró en contra el Monofisismo (del griego μόνος, monos, «uno», y
φύσις,physis, «naturaleza») "una sola naturaleza", ya que estos pretendían
defender la divinidad de Cristo en contra del dualismo personal de los nestorianos
(quienes afirmaban una doble personalidad en Cristo, es decir, una persona divina
y una persona humana), y esto a su vez para refutar a los apolinaristas que
afirmaban que Cristo no tenía alma humana, con el fin de garantizar la unión de la
divinidad y la humanidad en Cristo; divinidad que a su vez era negada por los
arrianos. Como se ve, de una herejía, se pasaba al extremo opuesto con otra herejía.
El Nuevo Catecismo, citando el Concilio de Calcedonia, dice en el numeral 467:
“Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir
como tal en Cristo, al ser asumido por su persona divina de Hijo de Dios.
Enfrentado a esta herejía, el cuarto Concilio Ecuménico en Calcedonia, confesó en
el año 451: ‘Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que
hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en
la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y
verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consubstancial
con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros según la
humanidad,...’ ”. (Catecismo de la Iglesia Católica, ed. San Pablo, Bogotá, año
2000, p.158-159). Las negritas son nuestras para resaltar el error del texto, pues la
traducción correcta es consubstancial con el Padre, y de la misma naturaleza con
nosotros.
Esta afirmación de la consubstancialidad de Cristo con todos los hombres es una
enorme herejía y raya en el más crudo y sutil de los errores gnósticos y cabalistas.
Pues como es sabido, la Gnosis en general, y la Cábala (gnosis judía) en particular,
siempre han afirmado cual común denominador, la divinidad del hombre, ya sea de
su ser (esse como flujo o rayo divino, al estilo del Maestro Eckhart) o de su
naturaleza (alma chispa divina o espíritu divino, al estilo más común de la gnosis).
Lo grave y lo curioso de esta afirmación herética, es que está literalmente tomada
de la traducción del griego al latín, del texto del Concilio de Calcedonia, traducción
mal hecha que, como podemos ver, se encuentra también en el Denzinger-
Schonmetzer (texto griego latín) numeral 301, y en el Denzinger (texto español)
numeral 148, y que habría que investigar de dónde y cuándo viene el error de dicha
mala traducción del griego al latín, y que después pasa del latín al español y demás
lenguas vernáculas.
El problema radica en que en griego el término homousios (ομοούσιος) tiene un
doble significado y por lo mismo es equívoco o ambiguo, ya que está compuesto de
dos palabras: homo (de ομο = igual ) y usia (ουσία), término este que tiene un
doble sentido o significado, ya sea que se entienda como esencia/naturaleza, o que
se entienda como substancia/subsistencia, de aquí su ambigüedad o equivocidad,
porque no es lo mismo esencia/naturaleza, que substancia/subsistencia; de tal
modo que el gran término atanasiano homousios, con el cual se combatió el
arrianismo es gramaticalmente ambiguo en griego, pero que los Padres griegos
distinguían y aplicaban correctamente según el caso en consonancia con la doctrina
católica en contra de la herejía; es decir que el sentido del término homousios
gramaticalmente depende de su determinación filosófica y dogmáticamente de su
determinación teológica dado por la Iglesia.
Pues el término homousios compuesto por el término usia que es equívoco, no
tiene la inequivocidad o univocidad que tiene el término consubstancial en latín y
en español.
Así pues, cuando los Padres Conciliares utilizaban en griego el término homousios
para hablar de la unidad de la naturaleza divina del Padre y del Hijo, y usaban el
mismo término para hablar de Cristo en su naturaleza humana en relación con la
de todos los hombres, no lo hacían en el mismo sentido teológico y doctrinal. Es
decir, que utilizaban el mismo término para expresar dos conceptos distintos, pero
entendiéndolo correctamente en cada caso.
Aunque el término gramaticalmente es el mismo, el significado teológico es
distinto, y por eso estaba bien utilizado dentro de la concepción doctrinal de la
Iglesia, pero si se traducen los textos del Concilio del griego al latín, y después del
latín a las lenguas vernáculas, como por ejemplo el español, el término griego
homousios, hay que traducirlo bien, según sea el caso. Se lo debe traducir en un
caso por consubstancial y en otro caso por connatural (de la misma naturaleza).
Así, decir que Cristo es consubstancial con el hombre por la naturaleza humana, del
mismo modo como es consubstancial con el Padre por la naturaleza divina, es el
culmen apoteósico y el triunfo de la Gnosis y de la Cábala, pues es la afirmación
pura y dura de la divinidad ontológica, entitativa del hombre.
Por esto es que en Redemptor Hominis, Juan Pablo II decía gnóstica y
heréticamente, que Cristo se había unido a todo hombre por el hecho de la
Encarnación, y así, quedaba divinizada ontológica, entitativamente la naturaleza
humana. Por eso Juan Pablo II en su idilio gnóstico-cabalístico decía que Cristo
Redentor por la Encarnación se une con todo hombre para siempre y que revela
plenamente el hombre al mismo hombre, puesto que el misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo encarnado.
Se entienden, así, las palabras de Nuestro Señor, que ni una iota, es decir ni una
letra por pequeña que sea, puede cambiarse, y esa iota fue la que modificaron los
arrianos o semiarrianos que relativizaron el homousios agregándole una iota, es
decir: a la palabra homousios le agregaron una letra iota, con lo cual pasaba hacer
homoiusios entonces, ya no se trata de igualdad substancial sino de semejanza
natural, y estos eran los semiarrianos. De igual o misma (homoos = ὁμοος)
substancia se pasó a substancia semejante (homoios = ὁμοιος).
No hay que olvidar que el término en latín, consubstancial, que goza de una
precisión dogmática exclusiva fue acuñado y definido por el Magisterio Infalible de
la Iglesia, ya que el término en griego, homousios, por el mismo genio de la lengua,
no logra desambiguar y por eso depende del sentido que se le dé, según la teología
de la Iglesia. Queda claro que el término homousios en griego es ambiguo y no
tiene la misma precisión que el término latino consubstancial, ya que ousia (ουσία)
significa en griego tanto la esencia o la naturaleza (substancia segunda), como la
substancia primera, el supuesto, el subsistente, el ente. El término latino
consubstantialiter, tiene una precisión metafísica y teológica que no tiene el
término griego homousios, dado que el término ousia del cual proviene, es
ambiguo o equivoco en griego, pues puede significar tanto la esencia o naturaleza
como la substancia subsistente como ya se dijo.
De todos modos esa traducción del griego al latín que incluso trae el Denzinger, que
no se sabe de dónde viene y habrá que investigar algún día, es una mala, errónea y
herética traducción.
Y para descartar que sea un puro error de traducción inadvertido de las autoridades
que hicieron el Nuevo Catecismo, y mostrar la mentalidad herético modernista con
la que actuaron, en plena consonancia con el Pseudo Concilio Vaticano II, basta
notar cómo al exponer el Credo Niceno Constantinopolitano, donde está el término
en latín, consubstancial al Padre lo cambian, ahora sí según su conveniencia
herético modernista, y ponen, de la misma naturaleza, descartando el
consubstancial. Con esto se identifican con la herejía arriana o semiarrianos.
Esto fue lo que escandalizó al mismo Maritain, considerado Padre del Concilio
Vaticano II y de Dignitatis Humanae sobre la Libertad Religiosa, que llegó a decir
que era una fórmula herética, pues reafirma: “Con el pretexto de que la palabra
‘sustancia’ y, a fortiori la palabra ‘consustancial’ son hoy imposibles, la
traducción francesa de la misa hace decir a los fieles, en el Credo, una fórmula
que es errónea en sí, e incluso estrictamente hablando, herética. Nos hace decir
que el Hijo, engendrado, no creado, es ‘de la misma naturaleza que el Padre’: que
es exactamente el homoiousios de los arrianos o semiarrianos, contrapuesto al
homoousios o consubstantialis, del Concilio de Nicea. Por rechazar una iota, se
padeció en ese tiempo persecución y muerte”. (Revista 30 Días, no 56, 1992, p.32).
Según la misma Revista, el filósofo Etienne Gilson también hacia la misma crítica,
pues no es lo mismo consubstancial que connatural (de la misma naturaleza).
De igual modo como todos los hombres somos de la misma naturaleza, como todos
los pájaros son de la misma naturaleza (connaturales), el Hijo es de la misma
naturaleza que el Padre, pero no sólo es de la misma naturaleza, sino que además,
es consubstancial al Padre. Hay, además, de la unidad esencial, la unidad de
identidad substancial, la identidad substancial y entitativa en la misma
subsistencia divina, es decir, la substancia subsistente, en su mismo subsistir que
es la que no puede haber jamás entre Dios y criatura alguna; incluso, para que se
vea bien, nosotros podemos ser como dioses por participación de la gracia divina
sobrenatural y por la visión beatífica consumada en el cielo, pero siempre por
participación, jamás por consubstancialidad; esto es en última y definitiva síntesis,
la oposición fundamental entre el cristianismo y la gnosis judeo-cabalística, de aquí
la gran tentación de la serpiente: seréis como dioses, que fue un pecado de gnosis.
El neoarrianismo y el gnosticismo cabalístico quedan, así, proclamados en la Nueva
Iglesia Postconciliar. Han sucumbido a la tercera y última gran tentación.
Estos son los errores gnósticos y cabalistas del modernismo que hoy imperan desde
Roma, cumpliéndose así la profecía de Nuestra Señora en La Salette cuando dijo,
Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 20 de Febrero de 2017
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