Escritos, trabajos y sermones del Padre Basilio Méramo Chaljub, miembro de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fundada por Monseñor Marcel Lefébvre. Combate al modernismo y a las herejías de hoy y siempre.
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domingo, 25 de agosto de 2019
Sermón 11º después Pentecostés (25/ago/2019). Curación del Sordomudo
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sábado, 17 de agosto de 2019
Sobre el alma humana separada, es decir, de los muertos.
SOBRE EL ALMA HUMANA SEPARADA, ES DECIR, DE LOS MUERTOS.
El alma humana separada,
es decir, el alma de los muertos, es persona aunque no lo sea completa y
perfectamente al estar separada de su cuerpo, aunque Santo Tomás de Aquino al
hablar del alma separada, niega que sean personas, pero esto hay que entenderlo
en el sentido completo y perfecto de persona; por eso el P. Castellani en su
traducción de la Suma Teológica a los cinco primeros tomos de la edición del
Club de Lectores hecha en Buenos Aires, en su comentario a la primera parte de
la Suma Teológica, cuestión 29, artículo 1, de la respuesta 5, Tomo II, página
40, dice: “Hasta el alma racional, a
pesar de su facultad de existir separada del cuerpo, no tiene subsistencia
completa, ni se puede llamar persona perfecta”. Con lo cual se evidencia
que se debe interpretar como persona no perfecta, o imperfecta, pero persona al
fin y al cabo; puesto que como el mismo Santo Tomás dice y prueba, el alma
humana por su misma espiritualidad e inteligibilidad es inmortal, por poseer el
esse ut actus essendi (el ser como acto de ser) y por eso aunque
separada del cuerpo, sigue pensando y conociendo, ya que la inteligencia es una
facultad espiritual, intelectual e inmaterial en sí misma. Por eso es el alma
espiritual la que conoce y piensa y no el cerebro, ni las neuronas ni ninguna
parte material del cuerpo humano, pues, como dice Santo Tomás: “impossibile est quod ejus operatio, quae
est intelligere, excerceatur per
aliquod órgano corporale”. (De Anima, q.un, a.14). (es imposible que su
operación, la cual es inteligir, sea ejercida por algún órgano corporal), aunque
el hombre en su conocer racional necesita del cuerpo como instrumento para
obtener a través de los sentidos, el fantasma o imagen y sintetizar por vía de
la abstracción el concepto o verbo mental por el cual intelige y comprende
captando las esencias de las cosas sensibles que componen la realidad que le
rodea, pero la actividad intelectual no depende en sí misma de la materia y por
eso es una prueba de la inmortalidad del alma, el hecho de que esta tenga o
posea la inteligencia; Cayetano, que pasa por ser uno de los mejores
comentaristas de Santo Tomás, pero que en realidad no lo fue, no entendía esto;
y por eso afirmaba que la inmortalidad del alma humana, no era demostrable
filosóficamente, sino que era una verdad revelada y sólo conocida por la fe.
La personalidad o sea lo que
constituye a la persona incluida la persona humana, es el esse
propio e incomunicable que hace subsistir a la naturaleza racional o
intelectual personificándola, ya sea que se trate de la naturaleza humana
(racional), la naturaleza angélica intelectual, incluso la misma naturaleza
divina de Dios y por eso la definición clásica que Santo Tomás toma de Boecio
definiendo a la persona como la sustancia
individual de naturaleza racional, pero poniendo el acento en la
subsistencia más que en la esencia, ya
que la persona es el subsistente racional o intelectual por poseer en
propiedad (per se et in
se, por sí y en sí) el esse de
modo exclusivo, individual e incomunicable;
con lo cual debe quedar claro que la persona es un concepto espiritual e
intelectual, es decir de subsistir intelectual, que no depende de la materia,
por eso los ángeles que no tienen materia pero son seres espirituales,
singulares e individuales, son persona y también en Dios que hay tres personas
divinas. Este aspecto sobre el esse propio que es lo que personifica y hace
subsistir es lo que desgraciada y muy lamentablemente, no ha captado la mal
llamada Escuela Tomista, que es más bien la escuela Cayetano-Bañeciana que no
ha percibido la trascendencia del esse tal
como fue visto por el P. Fabro y reconocido por el P. Meinvielle, como aquel
mismo relata de manera anecdótica, citado por Elvio Fontana: “Cerrando la conferencia que pronunciara en
la Pontificia Universidad ‘Angélico’, con ocasión del homenaje a sus ochenta
años, el P. Fabro comentó a modo anecdótico: ‘Me acuerdo de nuestro querido
amigo el P. Meinvielle; el P. Meinvielle decía: –¿Es posible, es posible que
después de siete siglos de tomismo tan sólo el P. Fabro haya vuelto a entender
el acto de ser? ¿Es posible…?’”. (Elvio Fontana, In Memoriam R. P. Cornelio
Fabro, ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael, Mendoza, Argentina, 1995). Y
uno de los discípulos y amigos del P. Fabro, Andrea Dalledonne, a quien le
pregunté sobre la anécdota en cuestión, me respondió con estas palabras en
carta del 7 de octubre 1996: “…puedo
confirmarle que eso es verdad. Me lo narró en esos mismos términos el P. Fabro
en uno de sus últimos coloquios conmigo”.
El alma separada de los muertos, lo
que no tiene es la parte material de la esencia humana: el cuerpo, pero sí tiene
la parte formal que es el alma y por eso tiene lo formal aunque sin lo material
de la persona humana y así es una persona humana, pero incompleta e imperfecta,
pero es persona, puesto que no es un fantasma, es un ente personal que conoce y
es inmortal; luego el alma es inmortal porque tiene el esse propio subsistente; así Santo Tomás dice: “Si ergo sit aliqua forma quae sit habens esse, necesse est illam
formam incorruptibilem esse”. (De Anima, q. un., a.14). (Luego, si alguna forma tiene ser (esse),
necesariamente esa forma es incorruptible).
“Unde si id quod habet esse, sit ipsa forma, impossibile est
quod esse separetur ad eo”. (De Anima, q. un., a.14). (Por tanto, si lo que tiene ser
(esse) es la forma misma, es imposible que el ser (esse) se separe de él).
La personalidad no viene
ya así de la materia, sino de la subsistencia que da el esse propio que tiene el alma como forma subsistente por sí y en sí
mismo de modo inseparable. La materia no es intelectual, es la forma espiritual
la que piensa, no el cerebro, aunque se necesita de éste para conocer por los
sentidos. Pero la actividad intelectual no es material, sino que es
eminentemente espiritual y de ahí su espiritualidad e inmortalidad.
El alma separada conoce y
piensa aunque al no tener el cuerpo, no adquiera nuevos conocimientos
provenientes a través de los sentidos con los que capta la realidad sensible,
pues como dice Santo Tomás, el alma es la que conoce: “Intelligere est máxima et propria operatio animae”. (De Anima, q.
un., a.15, sed contra). (Entender es la propia y máxima operación del alma).
“Anima est talis forma, quae habet esse non dependens ab eo cujus est
forma”. (De Anima, q. un., a.14, ad 9).
(El alma es una forma de tal índole que tiene el ser (esse) sin depender de
aquello de lo cual es forma).
“Non est intelligere sine phantasmata, intelligitur quantum
ad statum praesentis vitae in quo hommo intelligit per animam; alius autem
modus erit intelligendi anima separata”. (De Anima, q.un, a.14, ad.14). (No hay
intelección sin imágenes, se entiende en cuanto al estado de la vida presente,
en que el hombre entiende a través del alma; pero la intelección del alma cuando
esté separada, será de otra manera).
“Potest ergo anima per species prius a quisitas intelligere”.
(De Anima,
q. un., a.15, sed contra 2). (Luego, el alma Puede entender mediante las
especies adquiridas antes).
“Quando ergo anima erit a corpore totaliter separata, plenios
percipere poterir influentiam a superioribus substantiis”. (De Anima, q. un., a.15). (Cuando
el alma esté totalmente separada del cuerpo, más plenamente podrá percibir el
influjo de las sustancias superiores).
Absurdo es que el alma
separada, siendo inmortal y conociendo, no sea persona (las acciones son del
supósito) aunque no lo sea completa y perfectamente sin el cuerpo, Cuando Santo
Tomás niega que el alma separada sea persona, se debe entender que no lo es de
modo pleno, completo y perfecto, y así hay que entenderlo que es persona de
manera incompleta e imperfecta, pues de no ser persona, ¿cómo va a purgar en el
purgatorio por los pecados y deudas cometidos por la persona en la tierra?
¿Cómo los santos en el cielo van a gozar de la virtud eterna sin gozar como
personas? ¿Cómo las almas de los condenados en el infierno van a sufrir el
justo castigo por los pecados que cometió la persona? Todos los absurdos saltan
a la vista y lleva a tener que afirmar que las almas de los muertos siguen siendo
personas aunque incompleta e imperfectamente; personas al fin y al cabo porque
con su propia subsistencia y conocimiento siguen siendo inmortalmente.
Toda la comunión de los
santos, sería un absurdo, pues no sería entre personas, la Iglesia militante, la
Iglesia triunfante y la Iglesia purgante no serían una comunión entre personas,
sino más bien entre fantasmas, al igual que todas las peticiones y oraciones
hechas a los santos, las misas y oraciones por los difuntos no serían
interrelaciones personales, luego el mismo proceder de la Iglesia conlleva y
exige a considerarlas como seres personales y no como otra cosa.
Por esto Louis de
Raeymaker bien decía: “Es preciso
concluir de aquí que el hombre conserva su personalidad después de la muerte
corporal, puesto que continúa subsistiendo en su alma, por lo demás, sigue
viviendo y por tanto, ejercitando una actividad inmanente: actiones sunt
suppositorum (…) El hombre sobrevive a la muerte corporal: en su alma, su vida
prosigue eternamente. En este estado de alma separada continúa ‘subsistiendo’;
no cesa de ser un ‘supuesto’, un ser subsistente; es decir, existe gracias a su
esse proprium”. (Filosofía del Ser, ed. Gredos, Madrid 1968, p. 273-274,
nota 26).
Debemos tener presente que
el alma separada (aun siendo una persona imperfecta e incompleta) conoce más
perfectamente la realidad espiritual angélica, que cuando está en esta vida
unida al cuerpo y es persona perfecta en su completa naturaleza, pues así dice
Santo Tomás: “Quod anima unita corpori
est quodammodo perfectio quam separata, scilicet quantum ad naturam speciei;
sed quantum ad actum intelligibilem habet aliquam perfectionem a corpore
separata quam habere non potest dum est corpori unita”. (De Anima, q. un.,
a.17, ad 1.). (El alma unida al cuerpo es en cierto modo más perfecta que separada;
es decir, en cuanto a la naturaleza específica; pero en cuanto al acto
inteligible, tiene una mayor perfección estando separada del cuerpo que no
puede tener estando unida al cuerpo), puesto que el intelecto no es acto de
algún órgano corporal: “Intelectus enim
non est actus alicujus organi corporalis” (De Anima, q. un., a.17, ad 1).
Y tanto es así, que Santo
Tomás afirma que la perfección última del conocimiento natural del alma humana,
consiste en inteligir las sustancias separadas: “Quod ultima perfectio cognitionis naturalis animae, haec est ut
intelligat substantias separatas”. (De Anima, q.1, a.17, ad.3).
P.
Basilio Méramo
Bogotá,
17 de Agosto de 2019
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domingo, 12 de mayo de 2019
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domingo, 10 de febrero de 2019
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domingo, 24 de junio de 2018
Sermón en la Fiesta de San Juan Bautista (24/jun/2018). P. Basilio Méramo
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jueves, 6 de abril de 2017
Nimio de Anquín: Gnóstico Hegeliano
NIMIO DE ANQUÍN GNÓSTICO
HEGELIANO
El filósofo cordobés, de Córdoba La Docta, considerado como uno de los más grandes
filósofos de la Argentina, si no el más grande, para asombro de muchos, no superó, si
nos atenemos a la clasificación que Santo Tomás hace considerando tres categorías, la
de los más rudos que no transcendían de la materia; los que, como Platón y
Aristóteles, no superaban la formalidad de la substancia; y la de los que llegaron a
considerar el ente (ens) como ente (ens ut ens). Así se expresa el Doctor Angélico en la
Suma Teológica: “Los antiguos filósofos paulatinamente, y casi paso a paso, entraron en el
conocimiento de la verdad. Al principio, en efecto, casi eran rudos, no estimaban que los entes
sean sino los cuerpos sensibles. (...) Los que vinieron después distinguieron intelectualmente entre
forma substancial y materia, la cual sostenían que era increada; y percibieron que la
transmutación en los cuerpos se hace según las formas esenciales, (...) como Aristóteles, o las
ideas, como Platón. De ambas partes, por consiguiente, consideraban el ente particularmente bajo
cierta consideración, o en cuanto este ente, o en cuanto tal ente. Y así asignaron causas agentes
particulares en las cosas. Posteriormente surgieron algunos que consideraron el ente en cuanto es
ente; y consideraron la causa de las cosas, no únicamente según son esta o tal cosa, sino según son
entes”. (S.Th. I, q.44, a.2).
Luego, queda claro que los dos máximos exponentes de la filosofía griega: Platón y
Aristóteles no llegaron a la consideración metafísica del ente en cuanto ente, se
quedaron en el orden esencial de la forma substancial, es decir en el por qué las cosas
son tales o cuales en su naturaleza o esencia, pero no por qué las cosas son.
La clasificación hecha por Santo Tomás de Aquino de filósofo de segundo orden,
aquel que no llega al nivel metafísico del ente en cuanto tal, le cae a Nimio de Anquín,
ya que este no reconocía más filosofía que la de los griegos, con quienes culminaba.
Con Aristóteles queda concluida toda la filosofía, todo lo que viene después es
episódico, según de Anquín: “Aristóteles será el último de la serie y el último de los filósofos
constructores. En filosofía todo lo que viene después de Aristóteles es episódico” y más adelante
repite: “Después de Aristóteles, la filosofía del Ser no avanza un paso”. (De las Dos
Inhabitaciones en el Hombre, ed. Universidad Nacional de Córdoba 1971, p.32-34).
Así que la insuperable síntesis metafísica de toda la filosofía de Santo Tomás, como lo
reconoce y afirma el P. Julio Meinvielle: “Santo Tomás va a producir una síntesis inédita,
la culminación de todo el pensamiento anterior y la más grande realización del pensamiento
cristiano”, (De la Cábala al Progresismo, ed Calchaquí, Salta 1970, p. 221), no cuenta,
es nada, pura basura, para el “docto” de La Docta, el “Nimio”, que como el término lo indica significó, inicialmente, demasiado - mucho, pero hoy pasa a significar todo lo
contrario, pequeño - insignificante.
Para el “Nimio”, que sin llegar a Aquino, se quedó agotado en Anquín, a medio
camino con Aristóteles, en quien se agota el pensamiento, tal como lo
reconoce:“Estaban ya agotadas las posibilidades del pensamiento racional, es decir, habían
terminado con Aristóteles, que hizo la síntesis magna y definitiva. No era posible avanzar un
paso más, porque la especulación era estéril en la investigación e inútil en el ejercicio”. (De las
Dos Inhabitaciones... p. 41).
Nimio de Anquín nació 2400 años tarde, fue un griego del siglo de Alejandro Magno
que nació tardíamente, esa fue su tragedia filosófica existencial irremediable, además
de su paso por Alemania, donde fue a estudiar becado. Por eso no le queda más que
alinearse junto a Hegel para no quedar tan solo en el aire.
No es de asombrarse que de Anquín se haya estancado en Aristóteles, pues para él la
síntesis máxima y definitiva de la filosofía la hizo el Estagirita al haberla llevado a su
cúspide, y por eso no entendió ni podía entender jamás la analogía del ser (del ente) ni
el acto de ser (del esse ut actus essendi) - que no es la existencia - ni la noción del ser
participado (ens per participationem) ni del ente por esencia (ens per essentiam) ni del ser
subsistente por sí mismo (esse ipsum subsistens) ni de la distinción real de esse y esencia ni
de la diremptio (distancia infinita y caída ontológica, diferencia metafísica radical) ni de
la causalidad transcendental y predicamental y se quedó con la noción intuitiva,
unívoca y tautológica del ser (ente); no le quedaba otra salida que ir a parar en Hegel,
dada la continuidad lógica que hay entre Hegel y Aristóteles, en quienes el ente se
resuelve en la substancia intelectual pura (Esse ipsum intelligens) - al igual que un Juan
de Santo Tomás para colmo - en contraposición con la Plenitud de Ser Subsistente
(Esse ipsum subsistens-Esse per suam essentiam) de Santo Tomás de Aquino.
Nimio de Anquín se quedó en la inmanencia del ser (ente), nunca comprendió la
transcendencia del ser (ente). La concepción unívoca, inmanente e intuitiva del ser, le
hacía concebir que los seres son una manifestación del ser en el más riguroso sentido
del monismo filosófico, dice así: “Desde luego afirmaremos que la presencia del Ser es natural
en la conciencia del hombre”. (Ibídem, p.8), “somos porque somos, somos porque somos seres,
porque somos entes del Ser”, “El hombre es un ser, el hombre es porque es un ser, o el hombre es
un ente porque es un ente del Ser. Esto podría resultar una tautología, pero ser ente del Ser
significa ser una manifestación del Ser”, señalando que: “todo el pensar griego es tautológico
porque es inmanente”. (Ibídem, p. 8-9).
Lo primero que cae en el intelecto no es, como cree de Anquín, la noción del Ser
absoluto y eterno, esto es puro ontologismo o innatismo de las ideas al mejor estilo de
uno de los padres de la filosofía moderna, Descartes.
Lo primero que concibe el intelecto humano, que no tiene como los ángeles el
conocimiento intuitivo por las ideas innatas, es el ente como dice Santo Tomás: “Lo
primero que cae en la concepción del intelecto es el ente”.(S. Th. I, q.5, a.2). “Lo primero que cae en la aprehensión es el ente, cuyo concepto está incluido en todas las cosas que el intelecto
aprehende”. (S. Th.I-II, q.94, a.2). Así, todo lo que se conoce, intelige o se aprehende
por el intelecto se hace bajo la noción del ente, el ente común (ens commune), no del Ser
absoluto, como pretende de Anquín junto con Descartes, ni como, con este último, lo
esgrime la filosofía moderna.
De Anquín comienza mal desde el punto de partida, sin la noción previa del ente nada
se puede concebir. El ente es el punto de partida sin el cual no se puede pensar, esto es
lo que la filosofía moderna, desde Descartes hasta Hegel no ha visto, pues hace del
pensamiento el punto de partida, cuando es exactamente lo contrario. No hay
pensamiento sin el ente, que es lo primero que el entendimiento concibe y bajo el cual
todo se incluye.
Por no entender, esto Nimio de Anquín dice: “pues pensar y Ser es lo mismo”. (De las
Dos Inhabitaciones..., p. 13), al igual que Hegel. De qué nos vamos a extrañar
entonces cuando también dice: “Hegel, sin cuya presencia hubiéramos seguido durmiendo
beatíficamente en el dualismo más obscuro”. (Ibídem, p. 59). Hegel es el gran restaurador
de la filosofía griega, del Ser absoluto, para Nimio de Anquín: “(...) la filosofía del Ser
eterno restaurada por el idealismo alemán y personalmente por Hegel”. (Ibídem, p. 50-51),
más claro no lo puede decir.
Es sabido que la filosofía moderna, así como su culmen y máximo representante,
Hegel, es gnóstico-cabalística en su fondo, basta leer el libro De la Cábala al Progresismo
del P. Meinvielle para darse cuenta. Así dice: “De aquí que estudiar el ateísmo de la
filosofía moderna, es estudiar la inmanencia de Dios en el hombre y por lo mismo la divinización
del hombre. Estudiar el principio de la inmanencia equivale por lo mismo a estudiar el ateísmo de
la filosofía moderna y la divinización de la creatura”. (Ibídem, p. 267).
Si además dice claramente el P. Meinvielle que: “El verdadero autor de la corriente ateísta
del siglo XIX es Hegel; quien por vez primera habla de la muerte de Dios” (Ibídem, p .276),
¿qué deberíamos pensar, entonces, de Nimio de Anquín si no otro tanto?, o sea que es
un gnóstico igual que Hegel, de quien el P. Meinvielle dice una vez más: “Hemos
mostrado en el capítulo nueve cómo Hegel es un autor típicamente gnóstico. El famoso sistema no
es sino una gnosis con el vocabulario de la filosofía alemana”. (Ibídem, p. 300).
Se queda Nimio de Anquín en la esfera del formalismo esencialista dentro del cual la
forma es el acto puro, el ser puro: “La forma es la inteligibilidad máxima y la materia es la
inteligibilidad mínima. (...) el proceso se extiende de una inteligibilidad mínima a una
inteligibilidad máxima absoluta. Y así, de ese modo, se llega a la conclusión rigurosa de que el
Ser es el Acto puro y la Forma pura”. (Ibídem, p. 34). No tiene ni la menor idea de que el
esse es la forma de las formas y el acto de los actos y la perfección de las perfecciones,
tal como enseña Santo Tomás, y que sin embargo la gran mayoría de sus discípulos
lamentablemente ignora.
Veamos algunos textos del Angélico que evidencian la supina ignorancia de Nimio de
Anquín en filosofía: “El esse es la actualidad de toda forma o naturaleza”. (S.Th. I, q.3, a.4).
“El esse es la actualidad de todas las cosas e incluso de las mismas formas”. (S. Th. q.4, a.1, ad
3). “El esse es la actualidad de todo acto”. (De Pot. q.7, a.2, ad 9). “El esse es entre todas las
cosas lo perfectísimo”. (De Pot. q.7, a. 2, ad 9). “Aquello que es máximamente formal, es el
esse mismo”. (S. Th. I, q.7, a. 1). “Nada es más formal y simple que el esse”. (C. G. I, c.23,
Ipsum). “El esse es la actualidad de la sustancia o esencia”. (S. Th. q.54, a.1).
Por absurdo que parezca, para de Anquín el Ser es múltiple: “El Ser es, pues, de acuerdo a
nuestra indagación, inmanente, inmóvil, uno, todo, eterno, ingenerado, inteligible, múltiple,
necesario”. (Ibídem, p.29). Para entender esto hay que verlo bajo la óptica de la gnosis
judía, la cábala, cuando habla del En-Sof o Ein-Sof (ein=nada, sin; sof=límite, fin),
luego sin límite, ilimitado, sin determinación, indeterminado, sin fin=infinito, lo
absoluto (plenitud de indeterminación, pleroma de la divinidad) que siendo uno en su
nada indeterminada e infinita, sin límites; a su vez, es múltiple en sus Sefirot
(esplendores, manifestaciones). En definitiva, el En-Sof es la plenitud absoluta
indeterminada divina, es la nada absoluta, sin límites, sin determinaciones, sin esencia
que determina o limita a ser tal o cual cosa, de una parte; pero de otra es el ser
absoluto. Así, se conjugan la Nada y el Ser absolutos absoluta y dialécticamente: el Ser
y la Nada constituyen a la vez lo Absoluto Divino, la Divinidad Absoluta y Plena (la
plenitud de ser absoluta indeterminada-infinita): “El En-sof. El Dios escondido - por decir
casi la subjetividad más íntima de la divinidad - no tiene cualidad ni atributos. Esta, su más
íntima esencia, es llamada En-sof, esto es, infinito”. (Ibídem, p.75). “Este mundo está
constituido por los diez Sefirot que son emanaciones del En-sof. La emanación de los diez Sefirot
es un proceso que tiene lugar en Dios mismo, pero que al mismo tiempo da al hombre la
posibilidad de llegar a Dios”. (Ibídem, p.75).
Esta es toda la esencia de la Cábala y de la Gnosis en plena y total inversión satánica
de lo que Dios es como Plenitud de Ser, el Ipsum Esse Subsistens, el Esse per Essentiam
Suam, formulado en la síntesis metafísica de Santo Tomás de Aquino, y no: “un dios
gnóstico que no supera la esfera de indeterminación de lo absoluto”. (Ibídem, p. 322).
Dice así el P. Meinvielle: “...el En-Sof, la inefable plenitud en la ‘Nada’. Y de esta Nada
mística provienen todos los momentos del desplegarse del sí de Dios en los Sefirot”. (Ibídem,
p.78), “... ‘hay una nada de Dios que da nacimiento al ser y hay un ser de Dios que representa
la nada...’; ‘la nada no es la nada, independiente de Dios, sino su nada. La transformación de la
nada en ser es un acontecimiento que se coloca en Dios mismo’. (...) En todas partes tenemos un
movimiento continuo, y si una rotura, una nada original aparece, esto no podría provenir sino de
la esencia de Dios”. (Ibídem, p.78-79). “El Ein-Sof, que por otra parte se confunde con la nada,
con lo indeterminado, evoluciona (...). Un proceso del Ein - la nada - que se convierte en Ein-Sof
- lo infinito indeterminado (...) -”. (Ibídem, p. 266). “El En-Sof de la Cábala, que significa
Nada, Nada que evoluciona y que luego realiza en los Sefiroth (...)”. (Ibídem, p. 240).
El Apeiron (ilimitado - indeterminado) de los griegos y el En-Sof de la Cábala se
identifican: “En la Cábala y los sistemas gnósticos conocidos se parte de un absoluto divino
indeterminado, el cual, al llegar cierto tiempo, se dividiría y emprendería el proceso evolutivo del universo”. (Ibídem, p.450). Se ve aquí, además, cuál es el origen de todo el
evolucionismo gnóstico y del misterioso número 11, un En-Sof más los 10 Sefirot,
triplicado da el otro no menos misterioso 33.
Para Nimio de Anquín el ser consiste en una presencia o inhabitación subjetiva
(intuición del ser) en el hombre en el más puro ontologismo modernista. Veámoslo:
“El hombre, o sea la conciencia del hombre, es como una casa que espera siempre un huésped.
(...) ¿Quién es este huésped que inhabita la conciencia del hombre? ¿O hay más de un huésped?
(...) Históricamente se puede afirmar la presencia de dos inhabitaciones posibles y excluyentes, a
saber: a) la inhabitación del Ser eterno en la conciencia del hombre, y b) la inhabitación en la
conciencia del hombre, de Dios creador. (...) Desde luego afirmaremos que la presencia del Ser es
natural en la conciencia del hombre”. (De las Dos Inhabitaciones..., p.7-8). O también: “el
Ser es presencia o si no es tiniebla que no la despeja ninguna teoría del conocimiento. (...) de una
presencia sin mediación”. (Ibídem, p. 42).
El innatismo de la idea de lo Absoluto Divino queda aquí completamente profesado,
pero hay que aclarar (sin entrar en el asunto que nos desviaría de nuestro tema) que no
hay que confundir ontologismo con el argumento ontológico tan famoso de San
Anselmo, como no se debe confundir María al baño con al baño maría o gimnasia con
magnesia, ni de Anquín con de Aquino ¡por favor!
Ser y Creación se excluyen absoluta e irremediablemente según el helénico (más que
cordobés) Nimio de Anquín: “En Grecia nació la filosofía como ciencia del Ser, o sea que
nació la filosofía absolutamente y para siempre, porque no hay ni puede haber otra filosofía que la
filosofía del Ser. Con ello queda dicho que en los griegos no hay conciencia de creación. El Ser
eterno y la Creación se excluyen. Lo uno o lo otro: o el Ser ha sido creado o en caso contrario es
eterno. Y si es eterno, es inmanente, es decir, no es trascendente. Si ha sido creado será
trascendente, no inmanente. Si es inmanente tendrá su razón de ser en sí mismo, pero si es
trascendente tendrá su razón de ser en otro. (...) para aquel pueblo no hubo otra razón de ser que
el Ser mismo, eterno e inmanente”. (Ibídem, p.9-10).
Aunque hay que decir que la filosofía no comienza con la idea de creación como
muchos filósofos piensan mal, pues el punto de partida es el ente - como ya vimos que
lo afirma Santo Tomás - con lo cual quedan refutados todos los supuestos filósofos
católicos y los que, como Nimio de Anquín, están en el extremo opuesto.
El univocismo conceptual monofisita-gnóstico no puede ser más categóricamente
formulado. No es fácil entender cómo esto no ha sido detectado por un P. Meinvielle
ni por un P. Castellani, ni aún hoy día, lo que es más incomprensible. Quizás con
respecto al primero por no haberse evidenciado y cristalizado en este escrito sino un
año antes de morir el P. Meinvielle o Don Julio, como muchos con cariño y
admiración le llamaban. Asimismo, quizás el P. Castellani no tenía del todo claro el
asunto metafísicamente, por la mala influencia de su maestro Joseph Marechal.
De una parte cabe señalar que el P. Castellani escribe en el prólogo al libro Ente y Ser
de Nimio de Anquín lo siguiente: “No seguiríamos sin discusión a De Anquín en todas sus conclusiones; pero hemos de reconocer son ‘hallazgos’ (...) No acaba de convencernos, por
ejemplo, su planteo del problema de la ‘nada ontológica’; aunque no podemos ahora destruir la
vigorosa argumentación del filósofo”.
De otra parte, en el libro de Marechal: La Crítica de Kant, traducido por el P. Castellani
al español, se puede ver claramente la concepción filosófica modernista de su autor con
toda la peligrosidad de su error: “El segundo argumento, el de los ‘posibles’, es el único para
el que Kant reivindica todo el rigor de la demostración racional. (...) El argumento de los
‘posibles’ - que no se debe confundir con el argumento ontologista extraído de la ‘posibilidad
interna’ de la esencia divina- es de origen leibnitziano.
Helo aquí en su forma original, en que apareció con el modesto papel de una confirmación de la
prueba fundada sobre la esencia de Dios: ‘La esencia de la cosa - escribe Leibnitz - no es más que
lo que hace su posibilidad en particular; de aquí que existir por su esencia es manifiestamente
existir por su posibilidad. Y si el Ente por sí (a se) se definiera en términos todavía más sutiles,
diciendo que es el Ser que debe existir porque es posible, es manifiesto que todo lo que se pudiera
decir en contra de la existencia de tal sería negar su posibilidad.
Se podría aún hacer sobre este tema una proposición modal que sería uno de los mejores frutos de
toda la Lógica: saber que si el Ser necesario es posible, existe. Porque el Ser necesario y el Ser por
esencia no son más que una sola cosa. Así, el razonamiento, tomado por este lado, puede tener
solidez; y los que afirman que jamás se puede inferir la existencia actual de meras nociones, ideas,
definiciones, o esencias posibles, tropieza, en efecto, con lo que acabo de decir; esto es, la
posibilidad del Ser a se. Pero es mucho notar que este mismo sesgo sirve para hacer conocer que
yerra y llena finalmente la laguna de la demostración. Porque si el Ser a se es imposible, todos los
seres ab alio también lo son; ya que no existen sino por el Ser a se: luego nadie podría existir.
Este razonamiento nos conduce a otra importante proposición modal igual a la precedente, y que
junto con ella completa la demostración. Se la podría enunciar así: si el ser necesario no existe, no
hay ser posible”. (ed. Penca, Buenos Aires, 1946, p. 92-93).
Todo esto viene a resumirse en que la esencia es lo que es posible, es decir, todo
aquello que no implica contradicción. Luego, el Ser absoluto, que por propia
definición es necesario, existe. Así se afirma en el más puro idealismo que parte de la
posibilidad de la esencia en vez de la realidad del ente que es y existe: “Es ‘posible’, para
Leibnitz, y para Wolf, todo aquello cuyo concepto no implica contradicción. En Dios, la
posibilidad, siendo la ‘necesidad de existir’, entraña evidentemente la existencia necesaria; el lazo
entre la posibilidad y la existencia resulta aquí de la esencia misma” (Ibídem. p. 67); y así se
afirma que: “La razón suficiente de la existencia de Dios, es exclusivamente su esencia”.
(Ibídem. p. 69).
Para mal de colmos el idealismo modernista hace de la posibilidad la razón (causa)
suficiente; es decir, hace de la posibilidad la causa del existir. De un solo plumazo
quedan suprimidas las cinco vías de la demostración de la existencia de Dios hecha por
Santo Tomás de Aquino, (por cierto, las cuales de Anquín niega, ya que el Ser eterno
es indemostrable). A tal punto esto ha penetrado en la filosofía que algunos filósofos que se dicen tomistas como Garrigou equiparan el principio de razón suficiente con el
principio de no contradicción y con el principio de identidad, como lo hace ver el P.
Cornelio Fabro, y esto permite a los modernistas negar la noción misma de
causalidad.
Este es el texto donde de Anquín niega la demostrabilidad de la existencia de Dios:
“(...) lograr la mostración de Dios creador, ya que la demostración es imposible”. (De las Dos
Inhabitaciones..., p.53). “El Ser es, pues, mostrable, no demostrable”. (Ibídem, p.14).
Todo el problema de la filosofía moderna es que pasa de la posibilidad (esencia
posible) a la existencia, (esencia realizada); por eso dice el antiguo adagio tomista: “a
posse ad esse non valet illatio”, y como una muestra de tal aberración tenemos, por
ejemplo, uno de los manuales clásicos de filosofía, como es el Gredt, donde se define el
ente como todo aquello que es (aquí vamos bien) o que puede ser; es decir, según su
posibilidad esencial (y aquí vamos mal, muy mal). Esta definición es completamente
modernista, y pasa por tomista.
El profesor de Lovaina lo envainó al pobre P. Castellani en su juventud, porque de no
ser así, jamás hubiera traducido este libro. Libro de un autor que, como es sabido,
pretendía armonizar a Kant con Santo Tomás de Aquino. Eso muestra cuán podrida
estaba filosófica y metafísicamente hablando, la Compañía de Jesús en esa época.
En Nimio de Anquín tenemos a uno de los dos filósofos más relevantes de la
Argentina. Es lo que afirma Alberto Buela, uno de los filósofos que se dice discípulo
del P. Meinvielle, quien afirma: “Y que si me veo obligado a reducir a dos, ellos serían
Astrada y de Anquín”, la filosofía en la Argentina no existe. O se rectifica o se morirá en
el error y la asfixia intelectual de una filosofía pervertida.
Para de Anquín la metafísica es unívoca: “la recuperación del verdadero sentido de la
metafísica como ciencia del Ser y de los entes en la línea de la univocidad inteligible”(Ibídem, p.
55). Cuando de Anquín habla de participación, lo hace dentro de la más radical
univocidad en la más estricta inmanencia gnóstica:“porque la participación es
exclusivamente metafísica. Además, es inevitablemente univocante” (Ibídem, p. 49); “se refería
al orden del Ser y los entes en una línea de inmanencia y, por consiguiente, de univocidad”.
(Ibídem, p. 51).
Por eso Hegel es el exponente de esa univocidad inmanente que como se sabe es
gnóstica: “La mediación hegeliana es, en realidad, tránsito (Uebergehen), continuidad intacta,
racionalidad sin sombra de Nada, inteligibilidad pura propicia a la mostración y a la presencia
en el pensar metafísico”. (Ibídem, p. 52).
Nimio de Anquín excluye la analogía porque ella rompe con la univocidad
inmanentista gnóstica: “La teoría tomista de la analogía es obscura y temerosa de la
univocidad”. (Ibídem, p. 48).
Por esto dice el P. Meinvielle: “Hemos visto que tanto la Cábala como los sistemas gnósticos
conciben a Dios, al mundo y al hombre como una totalidad homogénea de ser”. (De la
Cábala..., p. 418).
Esto lo dice de Anquín en estos términos: “el hombre es ontológicamente un animal
racional, es un ente del Ser, y sólo accidentalmente es una creatura del Creador”. (De las Dos
Inhabitaciones..., p. 43). Esto sólo lo puede decir un gnóstico. Por esto de Anquín dice
que: “El cristianismo eliminó a la filosofía, que solamente servía para la inmanencia, en cuyo
círculo inflexible el mundo antiguo llevó a cabo su obra admirable y grandiosa, testimonio del
poder del hombre sin más asistencia que de sí mismo”. (Ibídem, p. 41).
No se puede ser más recalcitrantemente helenista a lo bestia desconociendo el aporte
incuestionable del cristianismo con su cúspide máxima, Santo Tomás de Aquino, no
sólo en el campo de la teología, sino también en el de la filosofía. Pero de Anquín
descarta la idea de creación del filosofar, como buen helénico, y relega exclusivamente
al campo teológico, todo lo que considere la noción de creación, sentenciando que este
concepto no es objeto de la filosofía; y además cree erróneamente (como muchos
filósofos católicos lamentablemente errados) que la filosofía cristiana se inicia con la
idea de creación. De Anquín se queda supinamente tranquilo en la barbaridad de su
craso y fatal error, puesto que la filosofía comienza con el ente y jamás con la creación,
lo cual viene después dado que el ente por participación (ens per participationem) exige el
ente por esencia (ens per essentiam) como su causa incausada.
Así, de Anquín, al igual que los griegos, excluye la noción de creación como un
concepto filosófico, aun cuando no es el primero del filosofar. Por eso dice en
consecuencia: “En el pensar griego no hay, ni puede haber Nada, sino que está siempre
parmenídeo, que excluye toda posibilidad de creación ‘ex nihilo’ que es la única inteligible”.
(Ibídem, p. 31). Este es el problema que detecta el P. Castellani, sin embargo no tiene
los elementos para refutarlo en el momento: “No acaba de convencernos, por ejemplo, su
planteo del problema de la ‘nada ontológica’; aunque no podemos ahora destruir la vigorosa
argumentación del filósofo”. Texto que ya habíamos mentado más arriba. El error es
como el Diablo saca la fuerza de la debilidad de su víctima. Por eso la verdad nos hace
fuertes y libres; la verdadera libertad la da sola y únicamente la verdad, sin verdad no
hay ni puede haber libertad. Esto es lo que no entiende el espíritu demócrata liberal, el
demoliberalismo. La verdad es el verdadero patrimonio de la humanidad.
El Ser eterno de Parménides es el ente por esencia de Santo Tomás, pero no es el
objeto primero de la inteligencia del hombre, ni lo primero que esta concibe. Esto es lo
que de Anquín no entiende ni puede entender en su racionalismo idealista gnóstico.
De aquí su razonar tautológico, inmanentista y unívoco, del cual no se pudo liberar y
que en lógica consecuencia lo llevó a Hegel, con el cual se identificó.
Por eso de Anquín no se empacha al decir: “La filosofía aristotélica, tan reciamente
construida sobre una lógica admirable - lógica tautológica por cierto - es el monumento más
completo erigido al Ser eterno e inmanente”. (Ibídem, p. 34). Asombra y pasma oírlo, pero esto confirma que no exageramos al afirmar tan categóricamente su yerro
monumental, tan monumental como la lógica tautológica que admira y lo subyuga,
más que cualquiera de las falsas diosas del Olimpo ateneo.
Cabe hacer una aclaración sobre la inmanencia tan entrañable para la gnosis, pero
profundamente pervertida; ya que la única inmanencia real y verdadera es la
inmanencia de Dios en las creaturas tal como Santo Tomás expone. Dios siendo
absolutamente transcendente como la Perfección Separada (Perfectio Separata), está
presente (omnipresente) en lo más íntimo de todas las cosas, por esencia, presencia y
potencia. Así, Dios siendo lo más transcendente es, a su vez, lo más inmanente a todo
el Universo, sin sombra ni vestigio alguno del monismo aberrante gnóstico: “Así, pues,
Dios está en todas las cosas por potencia, en cuanto todas ellas están bajo su potestad. Está por
presencia en todas ellas, en cuanto están descubiertas y abiertas a su mirada. Está por esencia, en
cuanto Dios está presente en todas las cosas como causa del ser”. (S. Th. I, q.8, a.3).
Nimio de Anquín se equivoca hasta con el título de su obra, pues no hay dos
inhabitaciones sino una sola, y esta es la inhabitación sobrenatural que se da por la
gracia, y no simplemente natural, tal como pretende gnósticamente. No sabe que hay
tres clases de presencia de Dios en las creaturas ni que solamente hay una
inhabitación de Dios en el hombre, la cual es sobrenatural por la gracia, y que esta es
la presencia de Dios per inhabitationem, además de las otras dos presencias que hay de
orden puramente natural, la una por esencia (per essentiam) común a todas las cosas, de
la cual ya hablamos, y la otra es la presencia per illapsum en la mente, exclusiva de las
creaturas espirituales. Estas son las tres clases de presencias intrínsecas de Dios en las
creaturas y por lo tanto de las inmanencias (que implican y constituyen el entrañarse
de Dios en el hombre), pero que el “Nimio” en su erudita ignorancia olímpicamente
desconoce.
Respecto a la presencia de Dios per illapsum (illabitur) en la creatura espiritual Santo Tomás
dice: “Nadie se introduce en el alma más que Dios, que en todo está por esencia, presencia y potencia”. (C.
G. II, 98, Item).
Relacionado con Nimio de Anquín, por ser su maestro espiritual, está Carlos
Disandro, el famoso y gran filólogo, pero gnóstico también como aquel.
Para darnos una idea del carácter gnóstico de Disandro, citaré un pasaje de Alberto
Boixadós (que fue uno de mis profesores en el Colegio Nacional de Monserrat y con el
cual tuve una gran amistad, pero que desgraciadamente, al igual que su amigo y
maestro Disandro, estaba tocado por la gnosis, la cual parece no respetar a nadie que
le abra las puertas, ya que será atrapado por su misteriosa seducción místico-
intelectual. Así, refiriéndose a Disandro, pero sin nombrarlo, comenta: “Uno de aquellos
catedráticos de filosofía, en cierto momento de su exposición o en amables conversaciones
posteriores, solía afirmar con convicción: ¡el hombre es un arcano! Escuchábamos sin entender
todo este misterio, este arcano, con que el profesor parecía resumir sus años de estudio y de vida.
Una vez, alguno de nosotros solicitó más explicaciones. Entonces el profesor nos miró con asombro, como interrogándonos: ¡Cómo! ¿Qué no sabéis esto? La naturaleza del hombre es
divino-humana: teándrica (theo: Dios Andrós: hombre)”. (La Argentina como Misterio, ed.
Arete, Córdoba 1985, p. 53).
Esto es exactamente lo que propone la gnosis, y para que esto quede claro, oigamos al
Padre Meinvielle: “La Ciencia o gnosis nos hace conocer nuestra realidad divina”, pues: “Por
la gnosis operamos la conversión desde el punto de vista ilusorio hacia la verdad de la unidad. Y
en este conocimiento que nos convierte y retorna hacia lo Uno, consiste la salvación gnóstica. No
se trata, como en el cristianismo de que la salud se opera por la gracia que se añade al hombre,
sino de quitar lo que obstaculiza la gnosis y de sacar la maya que nos oculta la verdadera realidad
divina que somos”. (De la Cábala..., p. 256-258). Aquí el término maya, hace alusión a
la ilusión o imagen ilusoria o irreal, como en el hinduismo; pero en realidad quedan
atrapados en su ilusión (engaño) de la gnosis cabalística.
En conclusión Nimio de Anquín como inicialmente su nombre significaba: excesivo,
abundante, demasiado, fue un gran (demasiado) filósofo del mundo Helénico, pero
que después pasó a significar lo contrario: insignificante, sin importancia. Y así, hoy es
un filósofo pequeño que no llegó al nivel propiamente metafísico del ente en cuanto
ente (ens ut ens), y en consecuencia, un filósofo de segundo orden en la clasificación de
Santo Tomás de Aquino, del Angélico, el Doctor Común (Universal) de la Iglesia.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 29 de Marzo de 2017
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martes, 3 de enero de 2017
La Devotio Moderna nominalista, voluntarista y su origen gnóstico.
LA DEVOTIO
MODERNA NOMINALISTA VOLUNTARISTA Y SU ORIGEN GNÓSTICO.
Es de suma importancia ver la relación entre la llamada Devotio Moderna, cuyo máximo exponente
místico espiritual fue Tomás de Kempis (1380-1471), y la mística alemana
(renana), cuyo maestro (y de ahí el nombre) es el dominico Eckhart (1260-1328),
comúnmente conocido como el Maestro Eckhart. Dicho autor es un gran místico,
pero lamentablemente su pensamiento es gnóstico cabalístico, a tal pun to que
se lo puede considerar filosóficamente como el gran metafísico de la Gnosis.
La Devotio Moderna
es una corriente espiritual de la baja Edad Media, nacida en los Países Bajos
(Holanda), a finales del siglo XIV. Los orígenes vienen con la obra de Gerardo
Groote (1340-1384) , quien fundó una organización femenina llamada Hermanas de
la Vida Común; un seguidor y colaborador, Florencio Radewijns (1350-1400), que
se hizo sacerdote a instancias del mismo Groote y continúa la obra de su
maestro fundando una congregación masculina con el nombre de Hermanos de la Vida Común, en 1378 inaugura en
Windeshein en Alemania, un monasterio formado por clérigos y laicos, dando
nacimiento a la comunidad de canónicos regulares de San Agustín. La
espiritualidad es voluntarista, antiespeculativa, nominalista y moralista.
Nadie puede desconocer que el fundador de la Devotio Moderna, Gerardo Groote tuvo la
influencia del Maestro Eckhart; tampoco se puede además ignorar que el
protestantismo tuvo su caldo de cultivo en la Devotio Moderna, pues personajes como Erasmo de Róterdam (1466-1536),
Juan Calvino y Gabriel Biel (1410-1495), fueron influidos por este movimiento,
y este último llegó a ser director de una de los centros de estudio de esta
congregación y que tuvo gran influencia en Lutero.
Tampoco se puede ignorar que la Devotio Moderna, está íntimamente ligada al voluntarismo teológico de
Duns Scoto (1265-1306) e incluso al nominalismo de Guillermo de Ockham (1295-1350).
El daño que el nominalismo, surgido de la vieja disputa
escolástica de los universales haciendo de las esencias puros nombres (de ahí
el nombre de nominalismo), causó a
la teología y al pensamiento filosófico que aún hoy sufrimos, no se puede
ignorar.
El mismo concepto de Devotio
Moderna, está señalando la impronta de Ockham, que se contraponía a la Escolástica
de la escuela antigua. Ockham, como es sabido, es la figura del nominalismo que
se remonta a Roselino (1050-1121) y a Abelardo (1079-1142); y para que nos
demos una idea de su funesto voluntarismo nominalista, basta recordar lo que decía
“si Dios mandaba a adorar a una burra,
ese acto sería bueno”, ya que todo el orden moral en su acendrado
voluntarismo, dependía de la libérrima voluntad de Dios y lo que Dios decretara, voluntaria y
libremente, es lo bueno, y lo contrario es lo malo, es decir,
que el bien y el mal dependen no de la sabiduría, sino de la voluntad de Dios.
“Lo que Dios quiere es
necesariamente justo y bueno, precisamente porque lo quiere, de esta voluntad procede la ley y todo valor o
calificación moral. (…) Dios puede cambiar el primer mandamiento y, por
ejemplo, llevando las cosas al extremo, ordenarle a un hombre a odiarlo, de
suerte que tal acto vendría a ser bueno. (…) Igualmente el odio al prójimo, el
robo, el adulterio serían meritorios si Dios lo manda”. (P. Servais Pinckaers O. P. , ed. du
Cerf, Paris 1993. p. 256).
Habrase visto mayor estupidez y aberración conceptual- mental
a la cual se pueda llegar, y todo gracias al voluntarismo nominalista de un
hijo de Albión, de un anglosajón en
todo su esplendor.
Este voluntarismo atroz ya había sido refutado
antecedentemente por Santo Tomás de Aquino, cuando tildaba de blasfemo el
considerar que Dios al crear las cosas por un acto voluntario, no lo hacía
considerando su inteligencia y sabiduría. Y así dice: “Dios obra voluntariamente por ordenación de su sabiduría”. (I-II,
q. 79-3).
Y más aún, además de erróneo, es blasfemo: “Decir entonces que la justicia depende de
la simple voluntad, es decir que la divina voluntad no procede según el orden
de la sabiduría, lo cual es blasfemo”. (De Ver. q.23, a.6). Con esto tenemos
la condenación del voluntarismo teológico, por Santo Tomás de Aquino.
El Padre Cornelio Fabro, del cual el Padre Meinvielle dijera:
“¿Es posible, que después de siete siglos
de tomismo, tan sólo el P. Fabro haya vuelto a entender el acto de ser? ¿Es
posible…?”. (Elvio Fontana, In Memoriam Cornelio Fabro, ed. Verbo Encarnado
San Rafael -Mendoza, Argentina- 1995, p.31);
pues lamentablemente la escuela tomista, a partir de Cayetano y Bañez, fue
más cayetanista y bañeciana, que tomista. El P. Fabro después de referirse al
nominalismo protestante de inspiración agustiniana y tras catalogar al
nominalismo como la tragedia espiritual más grande en que ha caído la razón
humana y de fideísmo absoluto, que desvirtúa la fe verdadera, pretendiendo que
el que cree no entiende nada, no razona, lo cual corresponde a una óptica
nominalista de la cual nació el protestantismo, advirtiendo, a pesar suyo, sobre el nominalismo del autor de
la Imitación de Jesucristo, Tomás de Kempis, pero dando una gran luz para
ponernos en guardia: “El autor de la
Imitación de Cristo -un autor desconocido sin duda muy profundo-pero
nominalista: ‘¿Qué es lo que me importa a mi saber de la Trinidad? A mí me
basta rezar a la Trinidad, qué me
importa de hecho discutir sobre las personas de la Santísima Trinidad, cuando
no tengo la rectitud mediante la cual agrado a la Trinidad?”. (La Crisi della
Ragione nel Penseiro Moderno, Cornelio Fabro, ed. Forum, Udine, Italia 2007,
p.43). Aquí vemos como el P. Fabro señala el nominalismo del famoso Kempis.
El P. Servais Pinckaers, O.P. muestra cómo el nominalismo
afectó la teología moral diciendo: “Con
el nominalismo, una fosa profunda se cavó entre los moralistas modernos y la
tradición patrística”. (Ibídem, p.262), y además dice: “Dios es para Ockham la realización absoluta de la libertad, gracias a
su omnipotencia. Dios no está luego sometido a ninguna ley, incluso moral; su
voluntad libre es la única causa y origen de la moral”. (Ibídem, p.261). Y
muestra la gran influencia que tuvo: “Las
doctrinas de Ockham conocieron una muy larga difusión y dieron nacimiento al
nominalismo que influenciará profundamente el pensamiento occidental en este
tiempo final del medioevo”. (Ibídem, p.251).
El mismo autor al referirse al Kempis manifiesta: “También los espirituales, como por ejemplo
Tomas de Kempis en la Imitación de Jesucristo, pondrán con frecuencia a sus
lectores en guardia contra la vanidad de las especulaciones teológicas”.
(Ibídem, p.265).
Conviene también decirlo y recordarlo, que toda la filosofía
moderna tiene una gran impronta nominalista, además de gnóstico- cabalística. El Maestro
Eckhart, no hay que olvidarlo, fue condenado poco después de morir, por sus
proposiciones heréticas y aun así goza de gran fama como autor espiritual y
místico, siendo él, junto con sus dos discípulos Susón y Taulero, el triduo de
la mística alemano-renana y al cual habría que asociar a Ruysbroeck (Rusbroquio
1293-1381) considerado por Groote y Tomás de Kempis como su maestro, y sobre el
cual influye el Maestro Eckhart.
En su libro De la Cábala al Progresismo, el P. Meinvielle
dice: “Abellio en La Structure Absolue nos dice repitiendo la tesis de la
Cábala, que ‘el problema de lo Indeterminado, llamado Supremo Brahma por los hindúes,
Tem (el que no existe en forma) por los egipcios, Ain-Sof por los judíos,
deidad de Dios por el Maestro Eckhart y Undgrund por Jacobo Boehme, se confunde
con el de la infinidad de los posibles, y la suprema contingencia aparece allí
como resultado de una determinación absoluta… La deidad nos aparece como la
equivalencia de un lleno absoluto y de un vacío absoluto’. Por aquí aparece que
las gnosis, tanto antiguas como modernas, son una mezcla de los misterios de
todas las religiones y tradiciones con un barniz de elementos también
cristianos, todas tienen una misma y única estructura, calcada sobre el
hinduismo, parsismo, religiones caldeas y egipcias, hermetismo, e
infaltablemente, el molde fundamental de la gnosis cabalista”. (De la
Cábala al Progresismo, ed. Calchaquí, Salta 1970, p.294).
El Padre Fabro, sin entrar en la cuestión de la gnosis ni de
la cábala, refuta al Maestro Eckhart, por su concepción filosófica y metafísica
y que por ende contamina su teología: “La
tesis correspondiente de Eckhart es dada por la doctrina aviceniana bien conocida:
‘ab uno non procedit nisi uno’. De Dios, intelligere puro, todo lo múltiple
creado procede necesariamente y de manera unitaria. Eckhart es consciente de
que se aleja de Santo Tomás, y lo dice: ‘Primo, dato quod Deus agat necessitate
naturae tunc dico: Deus agit et producit res per naturam suam, scilicet Dei. Sed natura Dei est
intellectus, et sibi esse est intelligere, igitur producet res in esse per intellectum’. Como Hegel, Eckhart ignora
en Dios el momento de la libertad de elección con respecto a lo finito”. (Participación y
Causalidad según Santo Tomás de Aquino, ed. Eunsa, Pamplona 2009, p.522). (Primeramente, dado que Dios obra
necesariamente por su naturaleza, digo entonces: Dios obra y produce las cosas
por su naturaleza, a saber, la de Dios. Pero la naturaleza de Dios es
intelectual, y su ser es inteligir, por consiguiente, produce las cosas en el
ser por el intelecto). Por esto Dios crea por su naturaleza intelectual tan
necesariamente como piensa. Por lo cual Dios crea necesariamente (y no
libremente), pues lo hace tan necesariamente como piensa, dada su naturaleza
intelectual.
Y más adelante expresa: “…
para Eckhart (y para Avicena), el esse es el flujo de Dios y no entra en
composición con la esencia según la manera del acto y la potencia”. (Ibídem,
p. 523).
El esse que
constituye y hace ser al hombre es un flujo divino, es lo que hay de la
divinidad en el hombre, la chispa divina como profesa la cábala y la gnosis.
Puesto que: “El esse en
la criatura es alio con respecto a la esencia, pero no con respecto al esse
divino, y la esencia es nihil con respecto al esse”. (Ibídem, p.524).
Se tiene así que: “En
la concepción de Eckhart (Avicena), el esse es la formalidad suprema, poseída
totalmente por Dios, y que abarca las cosas como un flujo, una luz, el éter.
(…) Así, el esse, que es Dios, es completamente igual en todas las cosas. (…)
Es evidente que esta concepción no tiene nada en común con la distinción
tomista de esse y esencia ni con la doctrina de causalidad que sigue de ella”. (Ibídem,
p.524, 525).
Según lo expuesto por el P. Fabro, para Eckhart el ser (esse) es un flujo divino en el hombre,
es lo que el hombre tiene de divino y esto es lo mismo, que por otra parte,
enseña la gnosis y la cábala; luego metafísicamente hablando no se puede dar un
mayor soporte filosófico a la gnosis cabalista que hace del hombre un ser
divino, y es justamente esto lo que caracteriza a la gnosis cabalista, como lo
hace ver muy bien el Padre Julio Meinvielle. Por esto mismo Jean Borella que es
quizás el gnóstico más grande de todos los tiempos, superando incluso a René
Guenón que terminó sufita, es decir gnosis musulmana, mientras que él permanece
aparentemente católico, trinitario, pues compagina la patrística y el misterio
de la Santísima Trinidad con la Gnosis; tiene una gran admiración por el Maestro
Eckhart.
El hecho de relacionar el nominalismo con el Kempis, como
hace el Padre Fabro, es de gran importancia para comprender la influencia del
nominalismo en la espiritualidad de la Devotio
Moderna, de la cual el Kempis es el máximo exponente o su quintaesencia.
Otro gran gnóstico y considerado padre de la Filosofía Alemana
es Nicolás de Cusa (1401-1464) que llegó a ser Cardenal, fue un gran gnóstico cabalista
y uno de los discípulos de la Devotio
Moderna educado por los Hermanos de la Vida Común.
El P. Julio Meinvielle dice de él: “Nicolás de Cusa recibió la influencia de la
cábala, al menos indirecta, en varias corrientes”. (De la Cábala al
Progresismo, p. 230). Y prosigue diciendo: “Para
Nicolás de Cusa, en la esencia divina coinciden, se confunden, armonizan e
identifican todos los contrarios: el todo y la nada, el ser y el no ser, el
existir y el no existir, lo creado y por crear. (…) No sin razón el teólogo Juan
Wenck, aristotélico de Heidelberg, reprochó a Cusa esta y otras frases de sabor
panteístas parecidas a algunas que se hayan en Eckhart”. (Ibídem, p.231).
Por esto el P. Fabro afirma: “Eckhart nos conduce directamente hasta
Nicolás de Cusa”. (Ibídem, p.507).
Luego, si Nicolás de Cusa es considerado el
padre de la filosofía alemana, la cual culmina en Hegel como fruto, el Maestro Eckhart
vendría a ser el abuelo.
Otro personaje de la Devotio Moderna, el sacerdote Gabriel Biel, que llegó a ser de los Hermanos
de la Vida Común y forma parte de ellos, llegando a ser uno de sus superiores;
fue además discípulo de Guillermo de Ockham y seguidor de Duns Scoto, teniendo
gran influencia sobre Lutero, aprendiendo los textos casi de memoria.
El famoso humanista Erasmo de Rótterdam y que
podríamos considerar precursor de Lutero, fue alumno en Deventer, de los
Hermanos de Vida la Común y entra a los dieciocho años en el monasterio de
Emaús de Steyn (cerca de Gouda) de los canónicos regulares de San Agustín, que
participaban igualmente de la espiritualidad de la Devotio Moderna; los escritos de Erasmo ayudaron tal como Lutero lo
pregonaba a los cuatro vientos.
En medio de todo este ambiente nominalista,
voluntarista y gnóstico, surge la figura del Kempis con su Imitación de
Jesucristo que tras un fondo espiritual y piadoso responde a estos
lineamientos, dada la impronta tan marcada que tiene sobre la Devotio Moderna y el Kempis, del
voluntarismo nominalista y la mística gnóstica del Maestro Eckhart.
El nominalismo de Guillermo de Ockham, penetra
en la Devotio Moderna de manera
innegable y reconocible, como podemos ver aquí: “La Devotio moderna. Sobre este fondo, con más sombras que luces de la
vida consagrada durante los siglos XIV y XV, destaca un movimiento singular que
iba a tener notable influencia: el movimiento de la Devotio moderna. Este es el
nombre que se utiliza para designar el movimiento espiritual que partió a fines
del siglo XIV de los países bajos (Holanda) y, en el curso del siglo XV, se
propagó por toda Europa, señaladamente en Alemania. Moderna es esta piedad en
la importancia que da a la experiencia, en la activación de las fuerzas
afectivas y en la formación del propio dominio. Esta piedad prefiere ‘sentir la
compunción, que no saber su definición’ (Im. Chr. I, 1, 9) Por este rasgo
empírico sitúa la Devotio moderna en la línea de la vía moderna del nominalismo
de la escolástica tardía…”. (Alfredo López Amat, S.J. El Seguimiento Radical
de Cristo, Vol. I, ed. Encuentro,
Madrid 1987, p.261).
Ya decía el P. Pinckaers en su obra que hemos
citado y que fue galardonada con el Premio del Principe de Liechthenstein en
1985 atribuido por la Universidad de Friburgo: “El pensamiento de Ockham difundido por el nominalismo constituye una
etapa de importancia capital en la historia de la teología moral. (…) La moral
de Ockham es la primera moral de obligación, decimos nosotros. Hasta entonces,
tanto de parte de los filósofos como de los Padres y de los teólogos, la
cuestión moral era aquella de la felicidad, la búsqueda de la verdadera
felicidad. (…) Con el nominalismo, un abismo profundo se cava entre los
moralistas modernos y la tradición patrística. (…) Con el nominalismo asistimos
a una verdadera revolución en el universo moral, en las estructuras mentales
que sirven al pensamiento. (…) Se puede hacer comenzar el periodo moderno en
teología moral con Ockham, a partir del siglo XIV. El nominalismo, como
nosotros lo hemos visto, ha provocado una ruptura profunda con las ideas
morales de la tradición anterior y ha puesto las bases de las concepciones y
sistematizaciones de los siglos venideros, concentando la moral sobre la idea y
el sentimiento de la obligación”. (Les Sources … , p. 260, 262, 263, 264).
La impronta gnóstica de la mística alemana
del Maestro Eckhart, sobre la Devotio
Moderna y su fundador Groote, es innegable, tal como lo podemos ver en los
siguientes textos: “Casi todas las obras que recorren la
historia dela literatura
devocional de la Edad Moderna, comienzan su relato en un pequeño rincón
de Europa, situado en las orillas del Bajo Rhin a finales de la Edad Media
surgieron dos corrientes espirituales fundamentales de las que, con el correr
del tiempo, nacerían las tendencias devocionales de mayor difusión durante los
siglos XVI y XVII. Estas dos corrientes fueron: la conocida como tradición
mística renano-flamenca y, por otro lado la Devotio moderna, que, hasta cierto
punto, se derivó de la corriente anterior, aunque también estaba enraizada en
las enseñanzas de los Hermanos de la vida común y los canónigos de Windesheim.
Esta eclosión espiritual dejó como legado un gran número de obras, ninguna de
ellas tan importante como la Imitación de Cristo, atribuida actualmente a Tomás
de Kempis (1380-1471), si bien durante mucho tiempo se pensó que había sido escrita
por Jean Gerson (1363-1429). El núcleo de dicha obra –que acabaría
convirtiéndose en un clásico de la literatura devocional más editados y
traducidos– está centrado en lograr el desarrollo de una vida interior para el
espíritu y en fomentar el desapego hacia el mundo, un hondo conocimiento de los
propios estados de conciencia y una inmersión completa del creyente en
Jesucristo”. (La Traducción Cultural en la Europa Moderna, Peter Burke y R.
Po-Chia Hsia, ediciones Akal, 2010, Madrid, p.101).
Y en la página siguiente veremos la impronta
gnóstica del Maestro Eckhart y con él, de la mística renano-flamenca: “Las obras de los discípulos del Maestro
Eckhart (1260-1327) -Johanes Tauler (1300-1361), Heinrich Suso (1295-1366) y Jan van Ruysbroeck (1293-1381)- también
gozaron de una presencia importante durante las primeras décadas de existencia
de la imprenta; todas ellas compartían un mismo rango: la convicción de que en
lo más hondo de cada persona residía la chispa divina, un pequeño espacio de
unidad ontológica con Dios que solo podría ser reconocido y experimentado a
través del alejamiento del mundo. Posteriormente, las enseñanzas de los tres
discípulos del maestro Eckhart fueron popularizadas por Hendrik Herp o Harphius
(m. 1477), un divulgador de gran talento cuyas obras alcanzaron enorme éxito al
ser publicadas tanto en latín como en varias lenguas vernáculas europeas. Otra
buena parte del mérdestilación y transmisión de dichas obras le corresponde a
Denis Rijckel (1394-1471) –más conocido como Dionisio el Cartujo–, un autor de
textos devocionales muy popular y prolífico, que llegó a contar no menos de
siete tratados fundamentales en su haber. (…) En torno a la fecha de la muerte
de Harphius y de Dionisio el Cartujo, los estudios bíblicos comenzaron a renacer,
por lo que no resulta sorprendente que un estudiante perteneciente a los
Hermanos de la vida común profundamente influido por la Devotio moderna, se
convirtiese tiempo después, en el principal estudioso de la Biblia de su época:
Erasmo de Rotterdam (1469-1536)”. (Ibídem, p.102). Con esto, ya se ve la conexión con Lutero, pues entre el uno y el
otro no hay más que un paso.
Otro autor dice: “Las regiones renanas de Alemania occidental y de los países bajos,
constituyen el foco principal de esta corriente de misticismo, cuya primera
figura fue el maestro Eckhart (1260-1327). Fue un gran místico especulativo y
formuló una doctrina oscura y profunda sobre las relaciones de Dios con el
alma, en la que existen proposiciones de indudable sabor panteísta, una de las
cuales fueron condenadas después de su muerte”. (José Orlandis, Historia de
la Iglesia, ed. Palabra, Madrid 2012, p.312).
Y más adelante continúa exponiendo: “Por la misma época en que florecía la
mística alemana, surgió en los países bajos otra corriente espiritual, fruto
también de aquel clima propicio a una religiosidad más interior y personal, que
fue típico del final de la Edad Media: la Devotio moderna. La mística y la Devotio
tuvieron entre sí evidentes relaciones y puede considerarse a Ruysbroeck el
Admirable (12936-1381), muy influido por el maestro Eckhart e inspirador a su
vez de Gerardo Groote, como el eslabón intermedio entre la una y la otra”. (Ibídem,
p.312).
Hay que recordar lo que dice otro autor sobre la influencia mística de Eckhart
en la posterior Devotio Moderna: “A la espiritualidad del Maestro se le ha
dado indistintamente los nombres de dominicana y alemana. Dominicana, porque
dominico fue él, domínicos sus primeros y más influyentes discípulos, y
dominicanas la filosofía, la teología y religiosidad institucional que
contribuyeron a la inspiración y construcción del edificio doctrinal eckhartiano.
Y alemana, porque en Alemania especialmente se propagó y desde Alemania pasó a
otras naciones de Europa, señaladamente a los países bajos, donde fue
incansablemente divulgada por el beato Juan Ruysbroeck, religioso agustino, a
través del cual se trasvasaron a la Devotio moderna notables influencias eckhartianas.
Aunque actualmente se dice y escribe con bastante frecuencia que la Devotio
moderna nació del resultado de una actitud contestataria a la mística alemana,
parece suficientemente probado que no fue así”. (Estampas de Místicos,
Familia Dominícana, Vol III, ed. OPE, Caleruega, Burgos-España, 1986, p.71).
Con todo esto queda claro todo lo que
afirmamos acerca de la influencia mística del Maestro Eckhart que era gnóstico-cabalística y sobre la Devotio Moderna.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 4 de Enero de 2017
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