RESULTA AHORA, AL PARECER, QUE EL LOCO SOY YO, “CHE”.
HABRÁ QUE SER TAN CARADURA
Así como el destino fluctuante y cambiante cual
las fases de la luna, y por esas cosas azarosas y casuales, ahora soy yo el
raro, obcecado y hasta el loquito de la película (de la situación) y no el
escandaloso tortuoso, contradictorio y cambiante Mons. Thuc, que con su vaivén
errático y delicuescente deja una turbia estela, lo cual dio en qué pensar sobre
su misma cordura, ya que se trataba de un prelado, como Obispo de la Iglesia;
acaso cambiaron los hechos después de haberse producido y que hicieron pensar
en su falta de capacidad mental a tal punto que llevaron al P, Sanborn a
expresar, según refiere Raúl Miguel aludiendo a lo expresado por el P. Kelly: “El
P. Sanborn fue aún más lejos. Dijo que la
conducta del arzobispo Thuc era ‘rara’. Y en su intento para entenderla
concluyó que había tres posibles explicaciones. Dos de estas tres eran: insania y senilidad. La tercera era credulidad”.
(Raúl Miguel, El Estado Mental de Mons, Thuc, citando al P. Laurence Kelly en “The
Sacred and The Profane”, p.86)
En otro apartado del libro en cuestión del P. Kelly,
el autor nos trae una recopilación del pensamiento del P. Sanborn frente a
estos hechos, de lo cual merece destacar especialmente lo que sigue:
“En su artículo de 1983 sobre los obispos
thucistas, el P. Anthony Cekada dijo que el arzobispo Thuc era un hombre de ‘gran
experiencia pastoral y de unos brillantes antecedentes académicos en teología,
filosofía y derecho canónico’. (Rev. Anthony Cekada, "Two
Bishops in every garage", THE ROMAN CATHOLIC, January 1983, p. 8). Y sin embargo, a pesar de su ‘gran experiencia pastoral’ y ‘brillantes
antecedentes académicos’, en 1975 comenzó a actuar en un modo que el P. Sanborn caracterizaría más tarde como
‘raro’. Este raro comportamiento comenzó en 1975 y continuó hasta su muerte
en 1984. Lo que hizo no era simplemente compatible con el comportamiento de un
arzobispo católico y ex profesor de seminario con tres doctorados, que
estuviese en sus cabales. Esto fue tan obvio que muchos cuestionaron su capacidad mental. Entre quienes emitieron tales cuestionamientos acerca del estado mental
del arzobispo Thuc estaban el P. Anthony Cekada, el P. Donald Sanborn y el P.
Noël Barbara”. (Raúl
Miguel, El estado Mental de Mons Thuc, Blog Sursum Corda, 2017, citando al P.
Kelly en The Sacred And The Profane,
Seminary Press, N.Y. 1997, p.85)
El P. Cekada refiriéndose a los hechos
protagonizados por Mons.Thuc en el Palmar de Troya, dice lo siguiente: “Poco necesitamos
agregar a lo que señala el P. Cekada, excepto decir que tal ‘verdaderamente colosal falta de sentido
común’ en un hombre con los antecedentes, la educación y la experiencia
pastoral de Thuc indica o que perdió su fe, o el juicio o ambos. Su
comportamiento posterior indica lo mismo. Porque ‘el fiasco del Palmar’ no fue
una aberración momentánea en la vida del arzobispo Thuc. Fue más bien el
comienzo de un patrón de comportamiento que caracterizó su vida por años antes
de su muerte”.
Y
también el P. Barbara (hoy difunto) se plantea la
cuestión sobre las facultades mentales de Mons. Thuc, cuando después de
entrevistar dos veces a Mons. Thuc, en marzo de 1981 primero y luego en enero
de 1982 concluye que son posibles tres posiciones, a saber: “-No. Thuc no estaba en posesión
de todas sus facultades; no era responsable y no incurrió en las penas
previstas por la ley. Pero entonces las consagraciones conferidas no son
válidas, puesto que el consagrante no estaba en posesión de sus facultades
mentales para la realización de un acto responsable.
-Sí. El consagrante estaba en completa posesión de sus facultades. Las
consagraciones son válidas, pero el consagrante y el consagrado han incurrido
en todas las penas previstas por la ley y Thuc es verdaderamente un obispo
escandaloso.
-No lo sabemos con certeza. Quizás estaba en posesión de sus facultades y
quizás no. Esto dejaría flotando una duda sobre las censuras incurridas, pero
también sobre la validez de todas estas ordenaciones”. (P.
Noël Barbara, “What Are We To Think Of The Bishops Consecrated By Ngo Dinh Thuc,
Carmona, Vezelis, Musey, Etc.”, citado por Raúl Miguel en “El Estado Mental de Mons, Thuc”, Blog Sursum
Corda, marzo del 2017).
Si Mons. Thuc, era o no capaz mentalmente,
de realizar ordenaciones y consagraciones válidamente, esto fue puesto en tela
de juicio, como se puede comprobar por los mismos padres Barbará, Sanborn y
Cekada entre otros, por no mencionar hasta el mismo Mons. Lefebvre.
Si no hubiera duda (y duda positiva), es
decir, fundada en el mismo proceder, y concretizada en hechos que no se pueden
volatilizar, pero que tanto al autor, a quien va en parte esta respuesta, y que no vale la pena ya quizás nombrar, no
se habría suscitado la cuestión de la lucidez o capacidad mental de Mons. Thuc
con respecto a sus consagraciones, algunas clandestinas, sin documentación,
como pide la Iglesia, con sujetos idóneos (debidamente preparados y aptos) para
el ministerio sacerdotal y episcopal como Ella pide y exige; con el agravante
además, de ser sacrílegas, cismáticas y hasta heréticas por ser realizadas a
individuos veterocatólicos, en múltiples casos, y prácticamente todas,
excepción hecha de las que fueron realizadas a los padres Guérard des Lauriers,
Carmona y Zamora.
Si llegare a descartarse la duda de las
capacidades mentales de Mons. Thuc, las consagraciones no serían entonces inválidas,
pero sí serían sacrílegas y en plena comunicatio
in sacris, (comunión en las cosas sagradas) al ser realizadas a personas
que son herejes y cismáticos, transfiriendo esta misma condición al ministro
que las imparte, como también a los que en lo sucesivo ordena o consagra.
De otra parte, dejando la cuestión de la
capacidad mental, se puede ver que psicológicamente Mons. Thuc era capaz de
realizar un sacramento inválidamente, pues como es sabido, pretendió excusarse
cuando se le pidieron razones por las cuales él había concelebrado con el
obispo de Toulón un Jueves Santo, y esta fue su respuesta: “Él dijo que era porque ese día no podía celebrar solo... Sucede que
fue una falsa concelebración, porque dijo que no recibió la comunión.
Porque, cuando un sacerdote no comulga, no hay una Misa”. (Rene Rouchette, “Mise au point au sujet du sacre de Mgr. Guerard
des Lauriers”, Lettres non-conformistes, n° 28, (Apr., 1982), p. 5.,
citado por el P. Cekada en Dos Obispos en Cada Garage).
Y esto, aunque haya pasado hace más de
treinta y cinco años, no pierde vigencia, pues el tiempo no cambia los hechos,
sino que con ellos se hace la historia.
Tenemos pues así, que en el caso de la
incapacidad mental, no caería en dichas sanciones, pero serían estas órdenes inválidas.
De tal modo que hay dos posibilidades, una la invalidez por falta de cordura y
la otra (en el caso de ser válidas), la del sacrilegio y el cisma o la herejía
en el caso de estar lúcido, aunque fueran válidas. No se trata pues, de
acciones malas como por ejemplo los actos del común de los mortales
pretendiendo minimizar y restarle importancia, sino de acciones malas en
relación a los sacramentos por una doble partida tocante a su validez o al
sacrilegio y el cisma o la herejía.
Hay que también señalar que cuando se habla
de demencia o de locura, que anula la validez de los actos, tanto en el orden
civil y mucho más en el religioso sacramental, no se trata simplemente de la
demencia o locura, son como la medicina psiquiátrica hace ver, pues muchas veces
sin estar loco o demente de atar o de llevar al manicomio, se puede afectar la
validez de los actos y aquí va un ejemplo histórico y que tuvo cierta
resonancia en su tiempo con un caso que fue en aquel momento famoso, como el
que relata Llinás; se trata del famoso y legendario caso del conde de Cuchicute,
José María Rueda Gómez hijo de un rico hacendado de San Gil Santander: “En 1935 el psiquiatra Llinás [abuelo del
famoso fisioneurólogo Rodolfo Llinás], fue consultado por los magistrado del
Tribunal Superior de Bogotá para que ofreciera su dictamen en el juicio contra
el conde; los jueces querían determinar si había prestado su consentimiento
libre y voluntario, el 16 de Noviembre de 1922, en un contrato con su hermano Timoleón en el que le traspasaba tres de sus
haciendas, inicialmente previstas dentro de la herencia de sus hijas. Tras
analizar el caso el psiquiatra anotó un veredicto en un dictamen de 37 páginas
(…) despreció los que abordaron la enfermedad mental de su paciente con
categorías como “loco o “enajenado mental”, para quedarse con opiniones más
científicas como “psicosis maniaco depresivas” empleada por los franceses, y
“psicosis hereditaria con crisis depresiva y con impulsiones de carácter
destructivo”. (…) al desglosar los pormenores del 16 nov 1922, el día de la
firma del contrato, el psiquiatra demostró a los jueces que su paciente tenía
casi dos años sumido en la fase depresiva melancólica. (…) opaco, silencioso y retraído, ‘en mi condición
de perito médico en este juicio, resumo mi dictamen contestando la pregunta con
que inicié el estudio así como también con la que se me hace por la parte
demandada en la forma siguiente. Las facultades mentales, volitivas y afectivas
del señor José María Rueda Gómez, no estaban en perfecto buen estado, ni en
normalidad absoluta, ni en lucidez completa, el día 16 de Noviembre de 1922,
por esa razón el señor José María Rueda Gómez, en mi concepto, carecía de capacidad
mental para pactar o contratar y para obligarse a otra persona por acto de
voluntad’” (Pablo Correa, “Rodolfo Llinás, La Pregunta Difícil”. Ed.
Aguilar, Bogotá 2018, p.22, 23,24).
Un masón y un loco
no son equiparables, en cuanto a la responsabilidad y la intención de sus
actos, pues un loco no puede pecar (al menos gravemente); un masón sí; un masón
es responsable de sus actos, un loco no. Por eso hay que ser maquiavélico y
manipulador, pretendiendo equiparar el proceder de la Iglesia, buscando una
solución a la validez de las consagraciones de Mons. Ngo Dinh Thuc, al caso de
un masón con el de un loco, de un semiloco o semidemente, para después
aplicarlo en lo concreto a la ordenación sacerdotal de Mons. Lefebvre por un obispo
masón, como lo fue, al parecer, el Card. Achille Liénart, y así admitir la
validez en el caso concreto de las consagraciones de Ngo Dinh Thuc, en el caso
de ser un inhábil mental y así descartar la duda positiva de tal modo que no
queda más que creer o reventar; esto es, una vez equiparadas las dos cosas, o
se aceptan las consagraciones de Mons. Ngo Dinh Thuc, tanto como las de Mons.
Lefebvre, o en su defecto, si se pone en duda las de Mons. Ngo Dinh Thuc, lo
mismo habría que hacer con las de Mons. Lefebvre.
Esto hasta ahora, ningún thucista en
cualquiera de sus múltiples facetas, se atrevió a formularlo, pero tuvo que
venir un tinterillo para que esto hiciera; tan es así, que la misma persona, el
autor al que va dirigido esta respuesta y cuyo nombre no quiero ni mencionar,
para que no se interprete como en muchos
casos es el proceder muy común en los habitantes del cono sur, y en concreto de
la Argentina.
Y esto es lo que en sí mismo, no sólo es maquiavélico,
sino perverso, sin que esta calificación del proceder y razonamiento
objetivamente hablando, se le adjudique o atribuya al sujeto en cuestión, subjetivamente
hablando.
Luego, no soy yo, “che”, el que calumnia,
divide y habla mal, pues esto no sería más que otro indigno y vil proceder de
endosarme a mí la cuenta y responsabilidad de lo que ya se había incluso
previsto, diciendo que esto iba a afectar al bien común de la unión entre
sacerdotes y entre los mismos fieles.
Tampoco hacía falta recurrir a la infidencia dejando a un fiel cercano mal parado con el fin de utilizarlo para
descalificame con su comentario. Esto es propio de la manipulación.
El culpable no es el que señala el mal y lo
denuncia, sino aquel que lo propicia y ejecuta. Para el buen entendedor, pocas
palabras bastan.
Nota: Lo resaltado en negrilla es nuestro,
para destacar.
P. Basilio Méramo
Bogotá, 4 de Mayo de 2017